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Amour courtois

Amour courtois
Drutz et "midons"
"...Entonces me verás...y mi muerte, más elocuente que yo, te dirá qué es lo que se ama cuando se ama a un hombre..." (Pedro Abelardo a Eloísa)

viernes, 30 de julio de 2010

Bajtín, Rabelais y la historia de la risa

Rabelais era apreciado por los humanistas, en la corte y las capas superiores de la burgue­sía urbana y entre las grandes masas populares, debido al éxito popular inmediato a los pocos meses de la aparición de Pantagruel.
La unidad del universo rabelesiano está constituida por vario
s elementos que al Si­glo XVII comienzan a parecer heterogéneos y al XVIII ya son incompatibles: discusiones sobre problemas importantes, comicidad verbal de baja estofa, elementos de sabiduría y de farsa. Se trata de comprender la lógica unitaria que estructuraba esas manifestacio­nes, que hoy nos pare­cen tan dispares: los contemporáneos de este autor percibían el carácter festivo de las imáge­nes, influidas por el clima carnavalesco.
Bajtín anuncia que las imágene
s rabelesianas se atenúan y degeneran, y su universali­dad se debilita brutalmente. Y esto se manifiesta cuando estas imágenes son empleadas con finali­dad satírica. Cuando el grotesco se pone al servicio de una tendencia abstracta, se desnaturaliza fatalmente. Su verdadera naturaleza es la expresión de la pleni­tud contradictoria y dual de la vida, que contiene la negación y la destrucción (muerte de lo antiguo), consideradas como una fase indispensable, inseparable de la afirmación, del nacimiento de algo nuevo y mejor. El sustrato material y corporal de la imagen grotesca, (alimento, vino, virilidad y órganos corporales) adquie­re un carácter profundamente positivo. El principio material y corporal triunfa a través de la exuberancia.
Hay una exageración que se convierte en caricatura, por la tendencia
abstracta. Se recibie­ron del realismo grotesco imágenes de la vida material y corporal y recibieron la influen­cia directa de las formas carnavalescas de la fiesta popular. De allí el marcado hiperbolismo de estas imágenes, especialmente las de comida y bebida. Las exageraciones tenían su sentido posi­tivo y éste, en las imágenes, está subordinado al objetivo negativo de la ridiculización a través de la sátira y la condena moral. Esta sátira ataca a la nobleza feudal. La risa no queda tampoco reducida a una simple y pura ridiculización: conserva aún su integridad, su relación con la totalidad de la evolución vital, su bipolaridad y las tonalidades triunfantes del nacimiento y la renovación.
La actitud del Renacimiento con respecto a la risa: ésta posee un profundo valor de con­cepción del mundo, es una de las formas fundamentales a través de las cuales se expresa el mundo, la historia y el hombre; es un punto de vista particular y uni
versal sobre el mundo, que percibe a éste en forma diferente, pero no menos importante que el punto de vista serio: sólo la risa puede captar ciertos aspectos excepcionales del mundo. Ya en los siglos XVIII y siguien­tes, no es universal; la historia y los hombres que representan lo esencial e importante (reyes, jefes militares, héroes) no pueden ser cómicos, el dominio de lo cómico es restringido y especí­fico; sólo el tono serio es de rigor.
Primera fuente para Rabelais y la risa: Hipócrates, teórico de la risa a su modo, con su doctrina de la virtud curativa de la risa y la filosofía de la risa; es el “alegre médico”. Segunda fuente: de la filosofía en la época de Rabelais: la célebre fórmula aristotélica: el hombre es el único ser viviente que ríe. La risa estaba considerada como un privilegio espiritual supremo del hombre, inaccesible a las demás criaturas. Es un don d
ivino, ofrecido únicamente al hombre, forma parte de su poder sobre la tierra, junto con la razón y el espíritu. La tercera fuente de la filosofía de la risa es Luciano, sobre todo el personaje por él creado, Menipo, que ríe en el reino de ultratumba, Menipo o la Nécyomanía, de gran influencia en Rabelais. También los Diálo­gos con los muertos. Menipo es el único que no llora en los infiernos; es un hombre verdadera­mente libre, que no se preocupa de nada. Bajtín destaca la relación que se establece entre la risa y el infierno (y la muerte), con la libertad del espíritu y la palabra.[5]
La risa es un principio universal de concepción del mundo que asegura la cura y el renaci­miento, estrechamente relacionado a los problemas filosóficos más importantes, a los métodos que conducen al bien vivir y al bien morir. Ya en la Antigüedad, con fuentes como Atenea, Macrobio, Aulio Gelio, etc., se sabe que conocían también las tradiciones romanas de la libertad de la risa: las saturnales, el rol de la risa en la ceremonia del triunfo y en los funerales de los dignatarios.

La risa tiene una signif
icación positiva, regeneradora, creadora. A pesar de ello, evolu­cionó y vivió fuera de la esfera oficial de la ideología y la literatura serias, con una existencia no- oficial. Al vedar a la risa el acceso a los medios oficiales de la vida y de las ideas, la Edad Media le confirió privilegios excepcionales de licencia e impunidad fuera de esos límites: en la plaza pública, en las fiestas y en la literatura recreativa. La risa, radical, universal, alegre, se sepa­ró de las profundidades del pueblo y la “lengua vulgar” y penetró decisivamente en el seno de la gran literatura y la ideología “superior”. Las fronteras entre las literaturas oficiales y no- oficiales tenían que caer, porque, en parte, atravesaban la línea de división de las lenguas: latín y lenguas vulgares. Hay factores que contribuyeron a la fusión de lo oficial y extra- oficial. La cultura cómica popular durante varios siglos se había formado y sobrevivido en las formas no oficiales de la creación popular (espectaculares y verbales) y en la vida cotidiana extra- oficial; llegó a alas cimas de la literatura y de la ideología y luego descendió. La risa milenaria fecundó y fue fecundada. La palabra y la máscara del bufón medieval, las manifestaciones de regocijo popular carnavalesco, la fogosidad de la curia de ideas democráticas, los saltimbanquis de feria, se asociaron al saber humanista y a la ciencia y práctica médicas.
La risa en la E.M. estaba fuera de la ideología oficial y las manifestaciones de ésta, se la apartó del culto religioso,
del ceremonial feudal y estatal, de la etiqueta social y de la ideología elevada. El tono de seriedad exclusiva caracteriza la cultura medieval oficial. El tono serio se im­puso como la única forma capaz de expresar la verdad, el bien y todo lo considerado impor­tante y estimable. El miedo, la veneración, la docilidad, etc., constituían a la vez las variantes o matices de ese tono serio. El cristianismo primitivo ya condenaba la risa, el mimo, la risa mí­mica y la burla. Sin embargo, la Iglesia y la ideología defendida por ésta reconocía la necesidad de legalizar en el exterior de la iglesia, fuera del culto, del ritual y las ceremonias, la alegría y la risa y las burlas que se excluían allí. Esto dio como resultado la aparición de formas cómicas puras al lado de las manifestaciones canónicas. Se tolera la existencia de un culto paralelo de ritos específicamente cómicos.
Estos últimos son ante todo las “fiestas de los locos”, que celebraban colegiales y clérigos con motivo del día de San Esteban, Año Nuevo, Día de los Inocentes, etc. Al principio, se celebraban también en l
as iglesias como algo legal, luego fueron ilegales a fines de la Edad Me­dia y se las siguió en las tabernas y en las calles; había inversión paródica del culto oficial acompañado de disfraces, mascaradas y danzas obscenas. Casi todos los ritos de las fiestas de los locos son degradaciones de los diferentes ritos y símbolos religiosos transferidos al plano material y corporal.
Como indispensable: la diversión, bufonería, que es nuestra segunda naturaleza, innata en el hombre, para que pueda manifestarse libremente al menos una vez al año. Los barriles de vino estallarían si no se los destapara de vez en cuando, dejando entrar un poco de aire. Los hombres son como toneles desajustados que el vino de la sabiduría haría estallar si prosiguiese fermentando incesantemente bajo la presión de la piedad y el terror
divinos. Hay que ventilarlos. La bufonería y la ridiculez, segunda naturaleza humana, se oponen a la seriedad impecable del culto y la cosmovisión cristianas. La seriedad necesitaba una válvula de escape. Durante la “fiesta de los locos” la risa no era algo abstracto, reducido a una burla puramente denigrante contra el ritual y la jerarquía religiosa.
La risa popular penetró en los círculos religiosos medios y en los superiores, en todos los niveles por: 1) debilidad
de la cultura oficial religiosa y feudal en los siglos VII y VIII; 2) poder fuerte de la cultura popular, que debía ser tomada en cuenta forzosamente; 3) vigencia, continui­dad y vitalidad de las tradiciones saturnales romanas; 4) coincidencias de las fiestas cristianas con las paganas locales relacionadas con los cultos cómicos, de parte de la Iglesia para cristianizarlas; 5) característica de relativamente popular del nuevo régimen feudal, más bien progresista. Las restricciones fueron cada vez mayores. En los siglos siguientes (incluso el XVII) era habitual defender la risa invocando la autoridad de los antiguos teólogos y clérigos.
La fiesta de los locos es una de las
expresiones más estrepitosas y más puras de la risa festiva asociada a la Iglesia en la EM. Otra era la “fiesta del asno”, que evoca la huida de María con el niño Jesús a Egipto; pero el tema central era más bien el burro y su rebuzne; se celebra­ban las “misas del burro”. Éste es uno de los símbolos más antiguos y más vivos de lo “inferior” material y corporal, cargado al mismo tiempo de un sentido degradante (la muerte) y regenera­dor.
En la EM, la risa fue consagrada por la fiesta (al igual que el principio material y corpo­ral), la risa festiva predominaba. L
a risus paschalis: la tradición antigua permitía la risa y las burlas licenciosas en el interior de la iglesia durante las Pascuas. Desde lo alto del púlpito, el cura se permitía toda clase de relatos y burlas con el objeto de suscitar la risa de los feligreses, después de un largo ayuno y penitencia. Esta risa tenía la significación de un renacimiento feliz. Estas bur­las y alegres relatos de tipo carnavalesco estaban relacionados principalmente con la vida mate­rial y corporal. La risa volvía a ser autorizada del mismo modo que la carne y la vida sexual (prohibidas durante el ayuno).
Hay elementos de degradación material y corporal. El te
ma del nacimiento, de lo nuevo, de la renovación, se asociaba orgánicamente al de la muerte de lo viejo, contemplado desde un punto de vista alegre e “inferior”, a través de imágenes de derrocamiento bufonesco y carnavalesco. La risa y el aspecto material y corporal son elementos degradantes y regeneradores, con un papel muy importante dentro de las fiestas, que habían absorbido ciertos elementos de las antiguas paganas. Había un cortejo de regocijos populares y públicos, con glotonería y embriaguez. La comida y la bebida eran el centro de atracción de los banquetes conmemorativos. Tenían una significación simbólica más amplia, utópica, de “banquete universal” en honor de la abundancia, del crecimiento y la renovación. Se comía y bebía, en el caso de los monjes también, a la salud de los santos patronos enterrados. Ciertas fiestas adquirían un colorido específico de acuerdo con la estación, por ejemplo de la vendimia. La risa festiva se asociaba con el tiempo y la suce­sión de las estaciones. Se hacía desfilar en procesión caballos, mulas, asnos, toros y vacas. La población se disfrazaba y ejecutaba la “gran danza” en la plaza pública y en las calles; la suce­sión comprende las fases solares y lunares, la muerte y la resurrección y la renovación de la vegetación y los ciclos agrícolas.
El espectáculo miraba hacia un porvenir mejor: abundancia material, igualdad, libertad, como un retorno a la edad dorada de las saturnales. Hay un doble rostro: el oficial, religioso, que miraba hacia el pasado y servía para sancionar y consagrar el régimen existente, mientras que el rostro popular miraba alegremente hacia el porvenir y reía en los funerales del pasado y del presente. Se oponía al estatismo del régimen, a las concepciones establecidas.

Uno de los elementos
indispensables en la fiesta popular era el disfraz, con todo un siste­ma de degradaciones, inversiones e imitaciones burlescas. El disfraz es la renovación de las ropas y la personalidad social. Otro elemento: la permutación de las jerarquías; se proclamaba rey al bufón; durante la fiesta de los locos se elegía un abad, un obispo y un arzobispo de la risa. Ellos celebraban una misa solemne; había fiestas con efímeros reyes y reinas electos por un día. También estaba presente la lógica topográfica de ponerse la ropa al revés, medias en la cabeza, etc. Había que invertir el orden de los alto y lo bajo, arrojar lo elevado y antiguo y lo perfecto y terminado al infierno de “inferior” material y corporal, donde moría y volvía a renacer. Las parodias sagradas, por otra parte, e incluso como literatura recreativa escrita para los ratos de ocio y destinada a leerse durante las fiestas, se permitía solamente en una ocasión, en las fiestas donde tenía lugar la risa popular festiva. En los siglos VII y VIII, encontramos los testamentos paródicos como el Testamento de un cerdo, Testamento del asno y epitafios paródicos.
El prejuicio difundido según el cual la longitud de la
nariz estaba relacionado con la del falo, estaba en la época de Rabelais. El lenguaje familiar de los clérigos, intelectuales medieva­les, estudiantes y de la gente del pueblo estaba saturado de elementos de lo inferior material y corporal: obscenidades, groserías, juramentos, con la fuerza ambivalente rebajante y renova­dora.
Los ritos, espectáculos, parodia carnavalesca y la fiesta tienen 3 rasgos importantes: 1) universalismo: la cultura cómica era en gran parte el drama de la vida corporal (coito, nacimien­to, crecimiento, bebida, comida y necesidades naturales) pero del gran cuerpo popular de la especie, par
a quien el nacimiento y la muerte no eran ni el comienzo ni el fin absolutos, sino sólo las fases de un crecimiento y una renovación ininterrumpidas. Es un cuerpo colectivo inseparable del mundo y del cosmos, se basa en la tierra devoradora y engendradora. 2) vínculo indisoluble y esencial con la libertad. La risa era extraoficial aunque autorizada. La libertad existía dentro de los límites de los días de fiesta, con júbilo, coincidía con el levantamiento de la abstinencia alimen­ticia y sexual; esta libertad contrastaba con el ayuno pasado o con el que seguía. Por un breve lapso, la vida salía de sus carriles habituales y penetraba en los dominios de la libertad utópica Esta libertad efímera reinaba en la plaza y en las comidas de fiestas domésticas, con canciones báquicas de sobremesa que combinan el universalismo (la vida y la muerte), el lado material y corporal (el vino, el alimento, el amor carnal), fraternidad de los bebedores, triunfo de la abundancia, etc. La libertad ofrecida por la risa era sólo un lujo que uno podía permitirse en los días de fiesta. 3) Concepción del mundo popular no- oficial, o mundo al revés, o carna­valizado. La seriedad es oficial, autoritaria, relacionada con la violencia y las prohibiciones, induce miedo e intimidación, temor. La risa implica superación del miedo, sin violencia. El hombre medieval percibía la victoria sobre el miedo en la risa, sobre el temor místico, el que le inspiraban las fuerzas naturales, y el miedo moral que le encadenaba, agobiaba y oscurecía la conciencia.
El mundo es vencido por medio d
e la representación de monstruosidades cómicas, símbo­los de poder y la violencia vueltos inofensivos y ridículos; lo temible se volvía ridículo. Una de las representaciones indispensables del carnaval era la quema de un modelo grotesco denominado “infierno” en el apogeo de la fiesta. Se juega, así, con lo que se teme, se le hace burla, lo terrible se convierte en un “alegre espantapájaros”. El infierno carnavalesco es la tierra que devora y procrea; frecuentemente se convierte en cornucopia[6], el espantapájaros en una embarazada: las deformidades, vientres hinchados, narices gigantes, jorobas, etc. son expresio­nes del embarazo y la virilidad.
Lo terrible y extraterrenenal son convertidos en tierra, en madre nutricia que devora para procrear algo nuevo, más grande y mejor. Lo terrible terrenal: los órganos genitales, la tumba corporal, se expande en voluptuosidades y nuevos nacimientos (p. 87) La comicidad medieval se opuso a la mentira, a la adulación, hipocresía, destruyó el poder a través de la boca del bufón, de allí su importancia social. El hombre medieval podía conciliar su presencia piadosa en la misa oficial con la parodia de ese mismo culto en las plazas públicas. El hombre medieval parti­cipaba al mismo tiempo de dos existencias separadas: la vida oficial y la del carnaval; dos formas de concebir el mundo, piadosa y seria y cómica, coexistentes en la conciencia y en pintu­ras, pero con fronteras estrictas, sin fusionarse ni mezclarse. [Lo único temible es la serie­dad unilateral y petrificada.] (p. 160)

Como imágenes de la fiesta popular: despedida alegre del invierno, del ayuno, del año viejo, de la muerte, y se recibe con alegría a la primavera, los días de abundancia, de matanza de reses, los días de nupcias, el año nuevo, etc., símbolos de cambio y renovación, crecimiento y abundancia. Encontramos obscenidades sexuales y escatológicas, groserías e imprecaciones, palabras de doble sentido, comicidad verbal de baja estofa, la tradición de la cultura popular: la risa y lo inferior material y corporal.[7]

Según Rabelais, el centro de la topografía es el vientre; las funciones esenciales de éste son la paternidad y la maternidad, es lo inferior que mata y da vida. Hay un vínculo especial entre la comida y la absorción, y entre la risa y la muerte. Pero no hay que dar a esto una carácter moral y filosófico abstracto. La risa rabelesiana es a la vez negativa y afirmativa; en la base del efecto cómico se encue
ntra el sentimiento de la relatividad universal, de lo pequeño y de lo grande, de lo superior y lo insignificante, de lo ficticio y lo real, de lo físico y espiritual, el sentimiento del nacimiento, del crecimiento, del desarrollo, de la declinación, de la desaparición y sucesión de las formas de la naturaleza siempre viva.

[5] En la antigüedad, se permitía ridiculizar a los emperadores y jefes militares; la risa es un regalo de los dioses, y distingue al hombre del animal, de origen divino y se relaciona con el tratamiento médico y la cura de los enfermos.

[6] Cuerno de la abundancia.

[7] Episodio de los limpiaculos en Rabelais: una de las imágenes más difundidas dentro de la literatura escatológica, y en la literatura en general es una imagen vieja.

viernes, 23 de julio de 2010

Obscenidades en el templo exhortadas por la Iglesia


CAPÍTULO I, EL RISUS PASCHALIS. DOCUMENTOS.
I) Una costumbre desconcertante.
En el año 1518, Wolfgang Capito (sacerdote predicador), escribía desde Basilea una carta a un cierto Cándido. Junto a su misiva, Capito mandaba a Cándido otra carta que el sacerdote Giovanni Ecolampadio había enviado al mismo Capito. Estaba escrita en latín, con algunas expresiones y citas hechas en griego y hebreo. Este documento es probablemente el más antiguo que se conoce hasta ahora que describa la manera particularizada el fenómeno conocido con el nombre de risus paschalis.
Aparentemente, Ecolampadio había sido acusado de ser demasiado serio en sus sermones, por lo cual escribe a su amigo Capito para que salga en su defensa. Mas este último no estaba de acuerdo con la conducta del serio predicador.
La cuestión sobre la que Capito había expresado su opinión en confrontación con la de Ecolampadio es el risus paschalis. En forma general es la siguiente: la mañana de Pascua, durante la misa de Resurrección, el predicador provocaba la risa de los fieles: de ahí nombre de risus paschalis. Pero esta risa se obtenía con cualquier medio, sobre todo con gestos y con palabras en las que predominaba un componente obsceno. Capito hace una lista detallada de ellas y escribe a Cándido: “El motivo por que se critica a Ecolampadio es que éste no aterra con su voz y con el tumulto de los gestos a las mujercitas, ni con fingidas amenazas. Además, en lugar de ser válido, es decir, de contar chascarrillos y hacer bromas tomadas en préstamo en las cocinas, renuncia obstinadamente a hacer tales cosas. No empuja a los oyentes a reír desenfrenadamente mientras anuncia a Cristo ni bromea con palabras obscenas, ni imitando un histrión, presentando a la vista cosas que los cónyuges suelen ocultar en su dormitorio y que conviene hacer sin testigos.”
Capito defiende estos métodos, porque sino: “los predicadores hablarían en templos vacíos. El vulgo, de hecho tiene tan poco juicio que escucha sobre todo al predicador que excita a la gente con palabras repugnantes o haciendo descaradamente de bufón y con palabras mezcladas, o mejor, embadurnadas de una risa impropia de aquel hombre y de aquel lugar.”
Ecolampadio enojado y alarmado escribe a aquél: “Reprocho ásperamente a estas personas, sobre todo las bromas inoportunas con las cuales se suele violentar, en la solemnidad de la Pascua y con cualquier medio, la devoción y gratitud que se deben a Dios. Casi como si no fuera lícito acoger a Cristo resucitado después de haber muerto por nosotros, sin alborozo chabacano.”
La frase “casi como si no fuera lícito” confirma el hecho de que este comportamiento del predicador en el día de Pascua era ya en esa época una costumbre inveterada, hasta el punto de que los predicadores ni siquiera se preguntan si era o no conveniente, si tenía o no un origen que lo justificara.
Estas preguntas sí se las plantea Ecolampadio, quien preguntó a cierto hombre dónde hacía esta práctica, si era o no digna del alborozo pascual y si se remontaba a época de los apóstoles, a la cual el hombre le reprochó su estupidez, porque ignoraba las virtudes de la eutrapelia, sumamente necesaria para los predicadores, agregando que el día de Pascua no era oportuno para el predicador estar tan serio.
Ecolampadio desea profundizar en la cuestión hablando de ella con otras personas pero, ante su estupor, este argumento suscita un auténtico alboroto. Le relata a Capito proezas cumplidas por varios predicadores en Pascua, omitiendo las cosas más obscenas dignas de un infame histrión.
Ecolampadio logra finalmente plantear la pregunta que le interesa; quería saber si aquellas cosas eran alegorías, nadie supo responderle. Sin embargo, un anciano dijo haber oído decir a los predicadores que actuaban sí no para explicar los misterios, sino para divertir al auditorio.
Ecolampadio tiene en gran estima la función sacerdotal; opina que ningún hombre honesto ignora que las bromas de este tipo (como las que suelen hacerse en Pascua), están fuera de lugar par un orador eclesiástico, en cuya boca las estupideces se tornan blasfemias, y a quien no se puede permitir lo que es digno de un granuja del foro y lo que más o menos es digno de un infame histrión.
Ecolampadio no tiene nada en contra de un recreo honesto de los sacerdotes, ni tampoco se opone a que en la predicación se hiciera algún comentario afable.
El motivo por el cual Capito, teólogo cabal y honesto, había exhortado a Ecolampadio a que se adecuara a esta costumbre, era muy sencillo y lleno de amargura: porque en caso contrario los predicadores hablarían en templos vacíos. Así pues, podemos deducir fundamentalmente que ni siquiera el día de Pascua estaban dispuestos los fieles a acudir a misa con solicitud: si lo hacían los predicadores debían lograr que se quedaran usando esos métodos.
La gran masa de feligreses nunca tenían suficiente, pero Ecolampadio escribe que no todos eran del mismo parecer, también estaban los que se sentían ofendidos y salían de la Iglesia. Teniendo en cuenta que la sensibilidad del siglo XVI era mucho menos refinada que la nuestra en lo que se refiere a burlas, bromas, etc., podemos deducir que, si algunos hombres adultos sentían necesidad de salir de la iglesia para no ser “contaminados”, lo que hacía el predicador debía de ser de pésimo gusto.
En síntesis: el risus paschalis:

  •  es un fenómeno arraigado en las costumbres eclesiásticas, hasta el punto de que lo defiende un teólogo;
  •  también algunos obispos son de la opinión que les debe estar permitido actuar de esta manera para suscitar este risus;
  • la masa del pueblo aprecia mucho este comportamiento, con algunas excepciones, probablemente más culta;
  • se acepta sin crítica y nadie se plantea su origen, que escapa al recuerdo;
  • tiene tres objetivos principales: lograr que la gente asista a misa pascual, alegrar el auditorio con cualquier medio y mantener despiertos a los fieles durante el sermón;
  • es una risa descarada, provocada por el predicador mediante acciones como: imitar gritos de animales, imitar a personajes grotescos, hacer que un laico finja ser sacerdote, contar chascarrillos, gestos y narraciones irreverentes, palabras lascivas, ofensas al pudor, comportamiento onanista o bien (quizá) homosexual.
2) El desarrollo del risus paschalis. Otros testimonios.
En la Basilea del siglo XVI no sólo Ecolampadio se rebela contra la costumbre del risus paschalis; también Erasmo, “el más alegre, a la par que erudito, de todos los mortales que se haya visto y escuchado jamás”. Tampoco era sólo costumbre de la ciudad de Basilea; está ampliamente difundida por toda la Alemania del siglo XVI.
Según un documento fechado en 1399, algunos argumentos escogidos por el predicador se transmiten casi exactamente en lugares diferentes y a través de los siglos, como el tema del marido mandado por la esposa.
El risus se vuelve parte de la liturgia pascual y hasta es utilizado por predicadores de gran cultura y de costumbres intachables.
En lo que se refiere a los siglos XVII a XIX vemos que, el risus paschalis pierde la componente de las obscenidades más graves, de los gestos y de las acciones más indecentes, para mantenerse dentro de los límites de un mismo relato.
La difusión de la usanza es tal que se publica un manual con relatos destinados a los predicadores para provocar la risa de los fieles el día de Pascua; este manual lleva el imprimatur (consentimiento) de la Iglesia, de lo que se puede deducir que el risus paschalis formaba parte de la liturgia pascual.
la iglesia toma parte claramente contra esta costumbre sólo a finales del siglo XVIII, sin lograr, sin embargo, que ésta cese.
3) La prehistoria del risus paschalis.
La hemos visto florecer en los países de lengua alemana, pero también se utiliza en otros lugares; y no siempre es paschalis, es decir, limitado al día de Pascua o a algunos días de semana santa. Pero siempre lo utiliza el sacerdote en la iglesia, o –más raramente- personas que asuman esa tarea, para provocar la risa, mediante palabras o actos definidos como lascivos.
Encontramos la costumbre de hacer reír a los fieles también en ocasión de las vigilias de varias otras fiestas litúrgicas, como Navidad, Pentecostés, Todos los Santos, y con motivo del encuentro con la muerte, sea en el funeral, sea en la celebración de una misa en sufragio o un convite en recuerdo del difunto. Así pues, siempre en el ámbito de lo sagrado. El testimonio más antiguo que se ha encontrado acerca de la costumbre de hacer reír por parte de los sacerdotes de su diócesis diciendo: “Ningún clérigo, en el aniversario, o al cabo de un mes, o de una semana de la muerte de alguien, o en ocasión de cualquier reunión de sacerdotes, osará embriagarse ni beber en amor a los santos o por la salud de su propia alma; ni osará forzar a los demás para que beban o se llenen de vino para una ocasión indecente; ni osará provocar aplausos y carcajadas inoportunas, ni narrar o contar fábulas estúpidas, no permitirá en su presencia juegos lascivos con el oso o las danzarinas, ni que se hagan venir con máscaras de demonios”.
El nivel cultural del clero del siglo IX no era muy alto. Hinemarus hasta recomienda vivamente a sus sacerdotes que por lo menos aprendan el Credo y el Pater. Lo que sí sorprende es encontrar la misma costumbre de provocar la risa con payasadas entre predicadores de Florencia, culta y refinada, del siglo XVI. De ésta pasamos a Praga, donde, en un penitencial de 1352-1415, encontramos un pasaje del que parece debemos deducir que además es probable que hubiera una organización, una especie de confraternidad, cuya meta precisa era la de provocar la risa en la iglesia.
También en Suiza, y en ocasión de las festividades pascuales, se provoca la risa con cualquier método.
En Sicilia, Italia, el sínodo de Patti en 1537 toma posición contra una costumbre muy difundida, especialmente en período de Navidad, que contemplaba la introducción burlesca en la iglesia de un muchacho vestido con ropas episcopales, quien sube al púlpito donde se suele leer el Evangelio y predicar la palabra del Señor, y pronuncia palabras indecorosas, condenables y viciosas, para divertir a los hombres y mujeres a inducirlos a reír indecentemente.
Un rastro del risus paschalis nos llega también de España, donde en la vigilia de Pascua, e predicador se hacía acompañar por un laico, que enjuiciaba la cuaresma, hacía apología del buen comer y se sacaba de debajo del hábito un frasco de vino y un jamón.
Finalmente, aunque su epicentro estuviera en Baviera, lo encontramos en toda Alemania, España, Florencia, Basilea, Reims y a orillas del Danubio.
Es una extensión enorme, teniendo en cuenta las dificultades de comunicación propias de los siglos analizados. Todavía más sorprendente es su extensión en el tiempo; lo encontramos citado en Reims en el año 852, e ininterrumpidamente hasta inicios de nuestro siglo. De hecho, según la “Gaceta de Frankfurt”, del 29 de mayo de 1911, en aquella época el risus paschalis todavía seguía vigente en Estiria.
CAPÍTULO II. DESCRIPCIÓN DEL FENÓMENO.
Los elementos constitutivos: risa, sexualidad, placer.
La risa es ciertamente el elemento dominante. Se provoca la risa del pueblo que asiste a la misa pascual, y cuanto más estrepitosas son las carcajadas, mejor.
A principios del siglo XVI, la epístola de Ecolampadio y otros testimonios nos dicen que el predicador, para hacer reír al auditorio, hacía auténticas escenificaciones sobre el altar, solo o con ayuda de otras personas. Posteriormente, asistimos a una disminución de lo que el sacerdote hace, y el risus paschalis se convierte cada vez más en el resultado del relato de historietas, quizá en forma rítmica o con acompañamiento de imitaciones de animales hechos por personas encargadas. A veces la gente reía porque el relato del sacerdote era claramente alusivo, dirigido contra una persona o una situación determinada, y no siempre con objeto edificante.
Entre los siglos XVII, XVIII y XIX y hasta principios del actual, el risus paschalis continuará provocándose en los fieles mediante relatos burlescos.
La sexualidad, el contenido de las escenificaciones y de los relatos del sacerdote para hacer reír a los fieles durante la misa pascual era de ámbito sexual y alcanzaba la obscenidad. El componente sexual para suscitar las carcajadas de los fieles está presente a todos los niveles, se trata de gestos obscenos, chascarrillos, actitudes, sonidos, frases de doble sentido. Es una presencia masiva y constante que persiste a pesar de todas las prohibiciones.
El placer, hacer disfrutar a los oyentes es otra constante desde los tiempos más remotos, es la respuesta que recibe Ecolampadio del anciano, que, rebuscando en su memoria, dice haber oído entre los predicadores que ellos actuaban para divertir al auditorio.
En ocasiones el auditorio se ahogaba con las carcajadas y, mientras el sacerdote ridiculizaba las cosas sagradas, la masa, ávida de sensaciones, lo aplaudían gritando y riendo y cuando estaba satisfecha no ahorraba en ovaciones.
El ámbito del risus paschalis.
El risus paschalis es un fenómeno que tiene un ámbito muy preciso, el espacio sagrado. Hay tres puntos principales: el lugar donde ocurre, el actor principal que da vida al risus paschalis, la situación particular en la que se da el fenómeno.
El lugar: es un edificio sagrado, la iglesia donde el pueblo se reúne para participar en la misa de Pascua. Los documentos nos hablan de pequeñas iglesias rurales a las que acude el sacerdote en ocasión de las festividades principales, y de grandes iglesias y catedrales. En Pascua, el pueblo va a la iglesia sobre todo porque le atrae el placer que allí le espera.
El actor principal: el sujeto primario que da vida al risus, es el sacerdote. En los textos se alternan indiferentemente tres denominaciones, sacerdote, predicador o párroco. En cada caso, el risus paschalis lo provoca el que realiza la homilía; o bien el propio celebrante o bien un predicador venido de fuera para el evento.
Así pues, por bajo que fuera el nivel cultural del clero, siempre se trataba de una persona capaz de estructurar una prédica, con unos conocimientos mínimos acerca de las Escrituras. Por lo tanto, en el caso de las iglesias rurales, el risus lo provocaba la persona que en aquellos pequeños centros era la más dotada de cultura.
En lo que se refiere a la personalidad de estos predicadores, encontramos a sacerdotes intachables como Capito, obispos y clérigos de relieve en la vida religiosa y política.
El ámbito: es la misa pascual. Pero el risus paschalis es un fenómeno que se convierte en paschalis sólo a través de un larguísimo período de tiempo: de hecho encontramos la costumbre de que el sacerdote provoque la risa con motivo de varias celebraciones litúrgicas.
Pueblo, Iglesia, placer.
El goce, el placer, se configuran de varios modos, danza, comida, acciones, canto; cosas todas ellas que los sínodos definen como lascivas, ofreciéndonos una clara indicación de lo mucho que en ellos había de elemento sexual.
Dichas manifestaciones pueden dividirse en dos grupos:
las que tienen lugar durante la celebración de la misa o de cualquier otro oficio divino;
las que tienen lugar en las iglesias, la víspera de una fiesta litúrgica importante, y que se hacen en preparación de la celebración sagrada.
La usanza de comer y bailar dentro o fuera de la iglesia es antiquísima. Es la costumbre del almuerzo social que las cofradías solían organizar durante la semana santa.
Sexo, Iglesia y artes figurativas.
Los documentos examinados suministran una panorámica lo bastante amplia como para poder afirmar que el placer, bajo varias formas, pero sobre todo el placer relacionado con la esfera sexual, es una presencia constante en la esfera de lo sagrado, casi siempre condenada, pero que resiste a todas las prohibiciones.
Los sacerdotes de alguna forma estaban de acuerdo. Sin esta condición de fondo no habría sido posible que la costumbre se difundiera en lugares tan diferentes, y que a pesar de las condenas oficiales, perduraría durante casi doce siglos.
Se podría atribuir la permanencia de esta costumbre, al nivel cultural y moral del clero que dejaba bastante que desear; también podríamos nombrar a la ignorancia del pueblo que rendía culto a Dios bajo formas que hoy pueden asombrar. Pero no sería la interpretación correcta de la constante presencia del placer, sobre todo sexual, en el ámbito de lo sagrado.
De hecho, el sexo no sólo está presente en las iglesias en las formas condenadas por los sínodos, sino que también se encuentra en un contexto diferente, culturalmente más rico y que no queda explicado por la ignorancia del pueblo, ni por la disolución del clero; se trata de artes figurativas.
En el siglo XIV, existía la costumbre de pintar escenas de carácter obsceno en las iglesias. Pero tampoco en este caso estamos limitados a una costumbre típica alemana. En Italia, en Gubbio, en la Iglesia de Santa María Novella, se encuentra la Madonna de Belvedere, en cuyas columnas se hayan pintadas escenas sexuales de una crudeza y un realismo dignos del Kama-Sutra. La Catedral de Trasacco, en la provincia de Aquila, en el arco de sus portales tiene esculpidos genitales femeninos y masculinos, según sea la puerta de las mujeres o la puerta de los hombres.
Otro portal célebre es el de la iglesia de San Fortunato en Todi, donde se encuentra representado un acto sexual entre un sacerdote y una monja. Los ejemplos continúan apareciendo por toda Europa. En lo que se refiere a las figuras pintadas en las columnas de la Madonna de Belvedere, podría tratarse de una venganza del pintor, por no haber recibido la recompensa articulada. En cuanto a las figuras de Todi, podría tratarse de una sátira al clero. Respecto a las figuras esculpidas sobre los portales de algunas iglesias, podría ser el residuo de algún culto pagano a la fertilidad.
CAPÍTULO III. LOS MOTIVOS DEL FENÓMENO SEGÚN LOS DOCUMENTOS.
¿Qué objeto perseguían los actores de esta usanza tan desconcertante aunque tan arraigada en la iglesia?
La primera respuesta nos llega del S. XVI, a través de las palabras con las que Capito, exhorta a Ecolampadio a adecuarse a esta costumbre, porque en caso contrario los predicadores hablarían en templos vacíos.
Otro motivo podemos deducirlo del comentario amargo que Ecolampadio se hace de este modo para tener a los fieles despiertos durante el rito.
Otro, lo refiere el anciano que dice a Ecolampadio haber oído decir a los predicadores que actuaban en aquel modo para divertir al auditorio con donaires jocosos.
De hecho, Ecolampadio pide saber de dónde hace esa usanza, y le responden que la virtud de la eutrapelia es sumamente necesaria para los predicadores, ya que en Pascua no era oportuno estar tan serio. Pos primera vez, encontramos la referencia a la Pascua; se ve este comportamiento como un modo de estar en sintonía con la alegría de la Resurrección.
En 1698, un reverendo explica que es lícito que los predicadores animen a los oyentes con pequeñas fábulas para que luego puedan escuchar las enseñanzas del Señor.
Levantar los ánimos en Pascua es también la interpretación de un padre jesuita que, en 1752, subraya la necesidad de alegrar a los fieles luego del largo y triste período de Cuaresma.
CAPÍTULO IV. EN BUSCA DE LA RAÍZ.
1) La raíz.
¿Cabe la posibilidad de que el risus paschalis sea un residuo de cultos paganos?
Algunos opinan que sus raíces lejanas son sobre todo los cultos agrarios ligados a la primavera. Otros opinan que la teoría es absurda, explicando que en la iglesia católica se solían introducir bromas e ironías en ocasión de otras fiestas, siempre en relación con los acontecimientos de las Sagradas Escrituras y pensar en una tradición pagana sería nulo.
Otra teoría en contra del paganismo indica que si el risus paschalis fuera una derivación del culto de Ostara (diosa de la primavera), o algo similar, lo encontraríamos sólo en tierras alemanas, pero teniendo en cuenta que también lo encontramos en países románicos. Esta teoría se hace dudosa.
Finalmente se llega a la conclusión de que el Risus Paschalis tiene raíces en el espíritu humano, fruto no tanto de una costumbre como de algo que es inherente al hombre en sí mismo.
Sólo viéndolo desde este perspectivo es posible explicar su persistencia, a pesar de la censura, a través de un período muy largo, y un espacio geográfico enorme.
2) La risa en la Antigüedad
Antes que nada, la risa es exclusivamente un fenómeno humano. Una investigación hecha a través de la producción del hombre (mitos, ritos, fábulas, juegos, creencias) ha demostrado que cada categoría de risa el propia de los pueblos que se encuentran en una fase determinada de su desarrollo socio-económico.
De las investigaciones acerca del mito y las costumbres de los pueblos, aparece pues que, desde los albores de la cultura, el hombre ve la risa como:
inherente a la vida y no a la muerte;
acompañante del brote de la vida, sea vegetal, animal o humana;
plenitud de la vida;
atributo de la divinidad;
creadora de dioses.
3) Más allá del sinsentido aparente
En tres narraciones sacras que proceden de tres fuentes de área cultural y fechas alejadísimas, Egipto, Grecia y Japón, se presenta un esquema de fábula común:
existe una situación de crisis, tomando en cuenta estos tres casos, son divinidades mayores que se enojan por algo;
esta crisis provoca una crisis cósmica, la divinidad enojada se niega a hacer salir el sol, crecer los vegetales o sumerge al mundo en una noche eterna;
hace su intervención una divinidad menor que, por medio de artimañas de índole sexual...
proveen la risa de la divinidad enojada, por lo tanto...
cesa la situación de crisis
Podemos decir, entonces, que encontramos un esquema similar en el caso del risus paschalis:
una situación de crisis, el comienzo de la celebración pascual, Jesús-Dios está muerto;
esta situación lleva a una crisis humana muy profunda;
el sacerdote desnuda su alma, y mediante artimañas grotescas y lascivas...
provoca la risa de los fieles, y
llegamos a la solución de la crisis en la celebración de la Resurrección.
Cabe la posibilidad de que el risus paschalis, metáfora del placer sexual, oculte una valencia sacra, una valencia salvadora: quizás oculte un mensaje mucho más grande que deberemos decodificar; y si esto fuera cierto, quedaría claro entonces porqué los elementos que componen el risus paschalis están tan profundamente arraigados en la estructura misma del hombre. Y ya no nos asombraría la inmensa extensión temporal en la que lo encontramos documentado desde 1160 años antes de Cristo (bajo la forma de narración mitológica), hasta principios de nuestro siglo.



(Maria Caterina Jacobelli, Planeta)

Reir llorando: Garrick

Viendo a Garrick, actor de la Inglaterra,

el pueblo al aplaudirlo le decía:

Eres el más gracioso de la tierra y el más feliz.

Y el cómico reía.

Víctimas del spleen los altos lores,

en sus noches más negras y pesadas,

iban a ver al rey de los actores

y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez ante un médico famoso,

llegose un hombre de mirar sombrío:

-Sufro -le dijo- un mal tan espantoso

como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;

no me importan mi nombre ni mi suerte;

en un eterno spleen muriendo vivo,

y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -Tanto he viajado

-Las lecturas buscad -Tanto he leido

-Que os ame una mujer - ¡Si soy amado!

-Un título adquirid -Noble he nacido.

¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas

- ¿De lisonjas gustáis ? - ¡Tantas escucho!

-¿Que tenéis de familia?...-Mis tristezas

-¿Vais a los cementerios?... -Mucho, mucho.

¿De vuestra vida actual tenéis testigos?

- Sí, mas no dejo que me impongan yugos;

yo les llamo a los muertos mis amigos;

y les llamo a los vivos mis verdugos.

-Me deja- agrega el médico -perplejo vuestro mal,

y no debo acobardaros;

Tomad hoy por receta este consejo:

sólo viendo a Garrick podéis curaros.

-¿A Garrick ? -Sí, a Garrick...

La más remisa y austera sociedad lo busca ansiosa;

todo aquel que lo ve muere de risa;

¡tiene una gracia artística asombrosa!

-Y a mí me hará reír?-Ah, sí, os lo juro!;

él, sí, nada más él... Mas qué os inquieta?...

-Así -dijo el enfermo -no me curo:

¡Yo soy Garrick! Cambiádme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,

enfermos de pesar, muertos de tedio,

hacen reír como el autor suicida

sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!

¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,

porque en los seres que el dolor devora

el alma llora cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,

si sólo abrojos nuestras plantas pisa

lanza a la faz la tempestad del alma

un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto;

que las vidas son breves mascaradas;

aquí aprendemos a reír con llanto

y también a llorar con carcajadas.