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Amour courtois

Amour courtois
Drutz et "midons"
"...Entonces me verás...y mi muerte, más elocuente que yo, te dirá qué es lo que se ama cuando se ama a un hombre..." (Pedro Abelardo a Eloísa)

domingo, 3 de junio de 2012

Chastel Pélerin: lugar para vivir la medievalidad

Un grupo de estudiosos creó este centro en Buenos Aires para trasmitir los conocimientos y valores de la Alta Edad Media. "Chastel" es una palabra romance francesa, derivada del latín "castra", "construcciones estratégicas para la guerra", que más tarde derivó semánticamente en "castillo". "Pélerin" sufre el mismo origen: la preposición latina "per" ("a través de", "por") unida a "agrum" ("campo") dio "peregrinum". La asimilación fónica entre las consonantes líquidas "l" y "r" hizo que los sonidos y la grafías cambiasen según la consolidación de las lenguas romances: así tenemos "pellegrino" en italiano y "pélerin" es versión afrancesada, que influyó en Inglaterra y dio "pilgrim". (No olividemos que en 1066 se produjo la bastalla de Hastings, en la cual Guillermo el Conquistador impuso el francés en la isla, lengua que hablarían por 300 años.)
"Castillo de los peregrinos" es el nombre del castillo de la Orden de los Templarios en las Cruzadas. Los 300 años de dichas expediciones religiosas determinaron la cultura y mentalidad de la Edad Media. La peregrinación -concepto clave del homo medievalis- se llevaba a cabo cotidianamente y los caminos no ofrecían seguridad. La necesidad de la conquista de Tierra Santa y del cuidado de los romeros, jacobeos, palmeros, etc., favorecieron la aparición de las Órdenes de Caballería, imitación de las religiosas pero de índole militar.
El Centro Chastel Pélerin ofrece al público distintas opciones para vivir la Edad Media en su música, comidas, artes plásticas, danzas y nombramientos caballerescos según rituales característicos. Más información en http://chastelpelerin.blogspot.com.ar. Carpe diem: tempus fugit.

Odín: un análisis narratológico


Se refiere que a la corte de Olaf Tryggvason, que se había convertido a la nueva fe, llegó una noche un hombre viejo, envuelto en una capa oscura y con el ala del sombrero sobre los ojos. El rey le preguntó si sabía hacer algo; el forastero contestó que sabía tocar el arpa y contar cuentos. Tocó en el arpa aires antiguos, habló de Gudrun y de Gunnar y, finalmente, refirió el nacimiento de Odín. Dijo que tres parcas vinieron, que las dos primeras le prometieron grandes felicidades y que la tercera dijo, colérica: "El niño no vivirá más que la vela que está ardiendo a su lado." Entonces los padres apagaron la vela para que Odín no muriera. Olaf Tryggvason descreyó de la historia; el forastero repitió que era cierto, sacó la vela y la encendió. Mientras la miraban arder, el hombre dijo que era tarde y que tenía que irse. Cuando la vela se hubo consumido, lo buscaron. A unos pasos de la casa del rey, Odín había muerto.
Jorge Luis Borges y Delia Ingenieros

 

Desde la perspectiva narratológica de Gerard Genette y Tzvetan Todorov, podemos descubrir los niveles narrativos y los narradores respectivos. Apelando a la enciclopedia individual del alocutario, distinguimos claramente el campo semántico mitológico germanoescandinavo. Desde el paratexto título, la mitología se abre con particular esmero a las Eddas y El cantar de los Nibelungos, de los cuales, junto con toda la mitología germanoescandinava, este relato es hipertexto. Dios supremo de los Ases, Odín habita en Asgard, cuyo palacio es el Walhalla, junto a sus hijos y otros dioses, como Thor, Baldr, Sif, Loki, las Valkirias, etc. Es el equivalente nórdico de Zeus, dios griego. A diferencia de este, Odín es tuerto. Cuenta la leyenda que el creador de las runas descendió al centro de la tierra, a las raíces mismas del famoso fresno Yggdrasil, a cuyo pie se hallaba la fuente del saber. Custodiada por el enano Mimer, otorgaba sabiduría y conocimiento a quien bebiera de sus aguas. A un trago del esplendoroso líquido, le fue exigido al dios un ojo en pago de su consumición. De allí la relación entre las runas y su carácter sagrado, y la poesía, creadas por Odín luego de su infernal periplo. Debemos tener en cuenta la relación estrecha, además, entre el saber y la vista, presente ya desde Tiresias, Homero, Edipo, hasta el mismo Borges y Neo en "Matrix". Tanto Gudrun como Gunnar son personajes del épico cantar germánico, por lo que se trata de una relación de intertextualidad por alusión.


Gerard Genette habla de los niveles narrativos y las voces que se superponen. Por otra parte, cada emisor/locutor/narrador tiene su destinatario respectivo o receptor/alocutario/narratario. En un primer lugar, el relato comienza con una 3° persona; esta voz principal describe tiempo y espacio y la situación de los personajes: Olaf Tryggvason, el forastero. Se trata de un narrador extradiegético; está por fuera de los sucesos y abre y presenta la situación. Su narratario, implícito, también es extradiegético.

Pero no es la única voz. Una segunda es la del propio extranjero al cantar los episodios legendarios; el forastero es otro narrador, esta vez dentro del relato. Se trata de un narrador intradiegético. El que escucha y recibe esta narración es el rey Olaf, narratario intradiegiético, pues está en el mismo nivel narrativo que su respectivo emisor.
Sin embargo, los niveles no terminan allí. Surge una tercera voz-  la de la propia parca o Norna y dentro del relato del hombre- que se encarga de narrar acontecimientos que al momento de ser enunciados no se han producido. Se trata de un tercer nivel, que convierte a la Norna en un narrador metadiegético. En el contexto del texto, son los padres de Odín los destinatarios del relato profético de la mujer: son narratarios metadiegéticos.
Según la relación que guardan los narradores con sus respectivos relatos, podemos categorizarlos. El principal no guarda relación alguna con su relato; esto lo convierte en heterodiegético. Por otro lado, en el nivel intradiegético, el forastero también refiere una historia de la que está ausente: el nacimiento de Odín. Sin embargo, es heterodiegético en apariencia. Recordemos que su discurso se abre a la narración ulterior- y por lo tanto proléptica- de la tercera parca; dicha narración y lo sucedido con la vela confirmarán en las últimas líneas que el del hombre es un relato autodiegético. El discurso versa sobre su propia historia.
La muerte del dios y las numerosas voces plasmadas por los discursos se relacionan íntimamente con los relatos enmarcados y los "hombres-relato" de Todorov. Este, en su libro Gramática del Decamerón, menciona el carácter meramente predicativo de ciertos personajes. Son no en tanto sujetos, sino en tanto discursos y acciones discursivas: Sherezade, Patronio, Fiametta cumplen la función de narrar, son lo que dicen: narran para vivir y viven para narrar. Tan pronto como se realiza dicha acción, desaparecen y concluye el texto.
La desaparición del extranjero es directamente proporcional al relato metadiegético de la muerte de Odín. Es que el hombre es este dios nórdico. El dato del ala del sombrero no es menor; es un indicio, ya que así cubre no solo su rostro, sino particularmente la ausencia de su ojo. La fe a la que se ha convertido Olaf, y por lo tanto su corte, no es otra que la cristiana; vida y religión van unidas semánticamente en la metáfora del cirio encendido. El paganismo ha muerto definitivamente (?) en el descreimiento de la historia por parte del rey, pues se ha hecho cristiano. El descreimiento es el hermano mayor del olvido, y el olvido es la segunda muerte.
Numerosos términos en el plano léxico de la cohesión textual se entretejen y constituyen el campo semántico. Así encontramos: nueva fe: Cristianismo; arpa, aires antiguos, Gudrun y Gunnar, Odín, parcas: paganismo y mitología; vela: vida; apagar, consumir: morir.
Dos son los grandes troncos que se desprenden de este campo: vida/muerte y religión. Un tercero se enciende: la literatura oral y su permanencia desde la mitología.