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Amour courtois

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Drutz et "midons"
"...Entonces me verás...y mi muerte, más elocuente que yo, te dirá qué es lo que se ama cuando se ama a un hombre..." (Pedro Abelardo a Eloísa)

viernes, 25 de julio de 2014

Beowulf. Libro IV: El dragón

IV • EL DRAGÓN

Beowulf, rey de los gautas. El tesoro del dragón.

2200 Vino a ocurrir con el paso del tiempo
2201 que Híglak cayó en el duro combate.
2202 Las recias espadas —no obstante su escudo—
2203 muerte le dieron a Hárdred también
2204 cuando guerra le trajo a su pueblo valiente
2205 la tropa rabiosa, la gente skilfinga;
2206 atacaron con furia al sobrino de Hérrik.
2207 Entonces Beowulf el inmenso dominio
2208 en sus manos lo tuvo. Bien lo había regido
2209 por años cincuenta —ya era un anciano,
2210 un prudente monarca— cuando vino un dragón
2211 a ejercer su poder en las noches oscuras;
2212 su tesoro guardaba en un túmulo alto,
2213 arriba de un risco; allá iba un sendero
2214 a las gentes oculto. Cierto hombre por él
2215 sin embargo avanzó y habiendo encontrado
2216 el tesoro maldito robó con su mano
2217 una pieza labrada. ¡Bien hizo patente
2218 el hurto mañoso —él estaba dormido—
2219 del hábil ladrón! ¡Conocieron las gentes
2220 de aquellos contornos su furia terrible!
2221 El que así lo irritó no hizo su robo
2222 con ánimo bravo y por propio deseo.
2223 Se trataba del siervo de un noble señor
2224 que huía en apuros de golpe y castigo:
2225 el hombre culpable, buscando refugio,
2226 a la gruta llegó. Pronto el intruso
2227 al ver a la sierpe llenóse de espanto,
2228 mas el pobre proscrito ............................
2229 ............................. .................................
2230 ................................... tentando el peligro
2231 una copa robó. En la cueva se hallaban
2232 las grandes riquezas de tiempos antiguos
2233 que allá en otro tiempo un cierto guerrero
2234 había escondido con mucho secreto,
2235 las joyas queridas, la vieja heredad
2236 de su alto linaje. Ya a todos la muerte
2237 atrapados tenía y el único de ellos
2238 que vivo quedaba, aquel que lloraba
2239 a sus nobles parientes, lo mismo pensó:
2240 que ya poco tiempo podría gozar
2241 de su buen patrimonio. El túmulo estaba,
2242 nuevo y dispuesto, en lo alto de un risco
2243 a la orilla del mar, en sitio seguro.
2244 Puso allá dentro el señor de las joyas
2245 el rico legado, las piezas de oro.
2246 Con pocas palabras entonces habló:
2247 "¡Oh tierra, ten tú, pues los héroes no pueden,
2248 el viejo tesoro! ¡De ti lo arrancaron
2249 valientes antaño! Muerte en la guerra,
2250 en terrible combate, les cupo a mis deudos;
2251 perdieron su vida mis nobles parientes,
2252 la sala dejaron. No tengo a ninguno
2253 que ciña esta espada, que pula esta copa
2254 valiosa y brillante; los bravos murieron.
2255 Del sólido yelmo que el oro embellece
2256 el adorno caerá: duermen aquellos
2257 que bien cuidarían del casco de guerra.
2258 Ahora la malla que el golpe del hierro
2259 al quebrarse el escudo una vez aguantó
2260 como el dueño se pudre; no sale ya nunca
2261 la cota anillada entre gente animosa
2262 cubriendo al guerrero. Ya el arpa no suena,
2263 la tabla del gozo, no vuela festivo
2264 en la sala el halcón ni trota en los patios
2265 el ágil caballo. ¡Se lleva a menudo
2266 la muerte violenta a los seres humanos!"
2267 Así se quejaba con ánimo triste
2268 el que a nadie tenía; de día y de noche
2269 apenado vagaba y luego la muerte
2270 su pecho tocó. Abierto el tesoro
2271 lo vino a encontrar el nocturno enemigo,
2272 el reptil fogueante que hurga las tumbas,
2273 el torvo dragón que en la noche revuela
2274 entre llamas horribles. ¡Mucho le temen
2275 los hombres del mundo! Él busca de siempre
2276 tesoros ocultos; luego este viejo,
2277 sin cosa que gane, los guarda y vigila.

El dragón descubre la violación del tesoro. Su venganza.

2278 Así la serpiente trescientos inviernos
2279 llevaba guardando los ricos anillos
2280 allá en su mansión cuando vino aquel hombre
2281 a encenderle su furia. Llevóle a su amo
2282 la copa adornada, con ella a su dueño
2283 la paz le pedía. Descubiertas las joyas,
2284 mermadas quedaron y obtuvo el perdón
2285 aquel pobre proscrito. Admiró a su señor
2286 la magnífica pieza de tiempos antiguos.
2287 El reptil despertó y empezaron sus iras.
2288 Allá olfateando halló por las rocas
2289 las huellas del hombre que astuto y mañoso
2290 muy cerca llegó de su propia cabeza.
2291 ¡Así puede un guerrero no urgido a morir
2292 evitar su desgracia, si tiene la ayuda
2293 del Dios Poderoso! El guardián del tesoro
2294 afanoso en la cueva trató de encontrar
2295 al ladrón que le hurtó cuando estaba dormido.
2296 Fogueante de furia, en torno a la tumba
2297 miró y rebuscó, mas hombre ninguno
2298 afuera se hallaba. ¡Pero él la pelea,
2299 el combate, quería! Buscando la copa
2300 a su gruta volvió: comprobó de este modo
2301 que alguno de cierto tocó sus riquezas,
2302 llevóse la joya. El guardián del tesoro
2303 con gran impaciencia esperó hasta la noche. 161
2304 Estaba rabioso el señor de la tumba:
2305 el robo del vaso pensaba el maligno
2306 vengarlo con fuego. El día acabó:
2307 eso diole contento; no más en su cueva
2308 tenerse podía. Remontó presuroso,
2309 entre llamas, su vuelo. Comenzó la desgracia
2310 que al pueblo le vino y que pronto daría
2311 una muerte fatal al benigno monarca.
2312 El monstruo su fuego empezó a vomitar
2313 incendiando las casas. ¡De las llamas el brillo
2314 a la gente espantaba! ¡Nadie quería
2315 el feroz volador que con vida quedase!
2316 Lejos y cerca se pudo observar
2317 la horrible proeza del duro enemigo,
2318 cómo la sierpre hostigaba a los gautas
2319 y mal les hacía. Antes del alba
2320 corrió a su tesoro, a su oculta guarida.
2321 Apresados en fuego a los hombres dejó,
2322 entre llamas ardientes. Confiaba en su fuerza
2323 y su firme reducto. ¡Le fallaron después!

Beowulf decide enfrentarse con el dragón. La sucesión de Híglak.
Sobre las guerras entre gautas y suecos.

2324 Pronto a Beowulf el espanto se dijo
2325 de exacta manera, cómo su sala,
2326 el hermoso palacio, entre llamas ardió,
2327 la mansión de los gautas. Llenóse de pena
2328 el valiente caudillo, agobiado su pecho.
2329 El monarca pensó si no habría violado
2330 las leyes eternas, así enfureciendo
2331 al Señor Poderoso; conturbóse su mente
2332 con tristes ideas que él nunca tuviera.
2333 Había incendiado el dragón fogueante
2334 el reducto del pueblo, la franja de tierra
2335 a la orilla del mar. El intrépido rey,
2336 protector de los wedras, vengarse pensó.
2337 El gran soberano, el señor de su gente,
2338 mandó que le hicieran, de hierro tan sólo,
2339 un escudo excelente: él sabía muy bien
2340 que poco ante el fuego podría ayudar
2341 la madera del tilo. 162 Estaba fijado
2342 que allá agotaría su vida terrena
2343 el famoso monarca, y también el reptil
2344 que guardó tanto tiempo su rico tesoro.
2345 No creyó necesario el rey dadivoso
2346 enfrentarse con muchos, con tropa nutrida,
2347 al de rápido vuelo, pues no le asustaba.
2348 En poco tenía el vigor de la sierpe,
2349 su fuerza y poder: ya él muchas veces
2350 se puso en peligro en feroces combates,
2351 en choques de guerra, después que la sala,
2352 varón victorioso, de Ródgar salvó
2353 con su puño abatiendo a la gente de Gréndel,
2354 la raza maligna. Tampoco fue mala 163
2355 la recia batalla en que Híglak cayó,
2356 cuando el rey de los gautas, amigo del pueblo,
2357 quedóse sin vida en la tierra frisona;
2358 al hijo de Rédel el sorbo del hierro,
2359 su herida, mató. Solamente Beowulf 164
2360 regresó por las aguas, nadando con fuerza:
2361 treinta cotas de malla en su brazo tenía
2362 el osado guerrero al echarse a las olas.
2363 Mal los chatuarios que al noble atacaron
2364 con duros escudos pudieron jactarse
2365 del fiero combate: pocos lograron
2366 salvarse del héroe y volver a sus casas.
2367 El hijo de Ekto, solo y con pena,
2368 a través de los mares nadó hasta su gente.
2369 Entonces Higeda ofrecióle riquezas,
2370 el reino y el trono: no creía que el hijo
2371 —ya Híglak sin vida— fuese capaz
2372 de guardar la nación de enemigos ataques.
2373 Mas el pueblo, afligido, por medio ninguno
2374 logró convencer al valiente varón
2375 de que rango tomara más alto que Hárdred,
2376 se dejase elegir como rey de su gente.
2377 Fiel y amistoso consejo le dio 165
2378 hasta el día en que pudo, alcanzada la edad,
2379 gobernar a los gautas. Dos exiliados 166
2380 por mar le llegaron, los hijos de Óhter;
2381 habíanse opuesto al señor skilfingo,
2382 al famoso monarca, el más excelente
2383 de todos los reyes que han dado regalos
2384 en tierra de suecos. Por aquello murió:
2385 el hijo de Híglak les dio su acogida
2386 y pagóselo el hierro con golpe mortal.
2387 De nuevo a su reino el hijo de Ongento
2388 después se volvió tras la muerte de Hárdred;
2389 en el trono dejaba al osado Beowulf
2390 como rey de los gautas. ¡Fue un gran soberano!
2391 Él supo cobrarse llegado el momento 167
2392 la muerte del príncipe: Ádgils obtuvo,
2393 exiliado, su ayuda; al hijo de Óhter
2394 tropa le dio que con él embarcara,
2395 equipos y gente, y éste vengóse
2396 en el gélido mar abatiendo al monarca.

Beowulf va en busca del dragón. Sobre la muerte de Hérbald.

2397 Ya el hijo de Ekto se había salvado
2398 de muchos peligros en duros combates,
2399 feroces encuentros, cuando vino aquel día
2400 en que tuvo que darle batalla a la sierpe.
2401 Con once guereros el rey de los gautas
2402 marchó enfurecido a buscar al reptil.
2403 Ya bien conocía cuál era el motivo
2404 del odio a su gente; la copa famosa 168
2405 la obtuvo de aquel cuya mano la halló.
2406 Iba en la tropa —era el número trece—
2407 el pobre causante del mal descalabro:
2408 viose obligado —agarrábalo el miedo—
2409 a mostrar el camino. Con poco contento
2410 los vino a llevar donde estaba la tumba
2411 —una cueva en la tierra muy cerca del mar,
2412 de agitadas corrientes— que dentro guardaba
2413 los ricos tesoros. Vigilaba sus joyas
2414 el viejo guardián, la sierpe rabiosa,
2415 en la oculta caverna. ¡En riesgo terrible
2416 poníase el hombre que allá se metía!
2417 Sentóse en la roca el intrépido rey;
2418 despidióse el afable señor de los gautas
2419 del grupo de amigos. Pesaroso se hallaba 169
2420 y dispuesto a la muerte: se acercaba su fin,
2421 se aprestaba el destino a llevarse al anciano,
2422 a privarlo del alma, a quitarle el aliento
2423 y sacarlo del cuerpo. ¡Ya poco estaría
2424 la vida del noble a su carne amarrada!
2425 Dijo Beowulf, el hijo de Ekto:
2426 "Ya siendo muy joven me vi con frecuencia
2427 en feroces batallas; de todas me acuerdo.
2428 Siete años tenía y al rey generoso
2429 mi padre me dio; el ínclito Rédel
2430 consigo me tuvo. ¡Mucho me honraba
2431 —tal hace un pariente— con joyas y fiestas!
2432 Allá en su mansión con el mismo cariño
2433 tratábame a mí que trataba a sus hijos
2434 Hérbald o Hedkin o Híglak, mi rey.
2435 "La acción del hermano, de torpe manera, 170
2436 al mayor le dispuso su lecho de muerte
2437 el día en que Hedkin mató a su señor
2438 con la flecha salida del arco curvado:
2439 errando su blanco, al hermano la vida
2440 quitóle el hermano con dardo sangriento.
2441 Mal esta muerte que el pecho apenaba 171
2442 cobrarse podía, y así el valeroso,
2443 el noble, cayó sin que nadie pagara.
2444 "Semejante es a éste el dolor que acongoja 172
2445 al anciano varón cuyo hijo muchacho
2446 en la horca cabalga. Allá se lamenta
2447 con triste cantar ante el hijo que pende,
2448 delicia del cuervo; el viejo, impotente,
2449 no encuentra ya modo en que pueda ayudarle.
2450 Cada día recuerda tan pronto amanece
2451 la muerte del hijo; ya poco le importa
2452 que luego en su casa le pueda nacer
2453 un nuevo heredero, pues aquel que tenía
2454 por mala desgracia la vida perdió.
2455 Apenado contempla la alcoba del hijo,173
2456 la sala desierta: el viento la barre,
2457 no alberga rumor; en sus túmulos duermen
2458 los nobles jinetes; ya el arpa no suena
2459 alegrando el lugar como antaño solía.
2460 Se retira a su lecho y entona su queja,
2461 al otro lo añora; parécenle enormes
2462 la tierra y vivienda. "De la misma manera
2463 el señor de los wedras por Hérbald lloraba
2464 con mucho pesar. Venganza ninguna
2465 tomarse podía de aquel desafuero,
2466 no le era posible hostigar al culpable,
2467 aunque poco lo amaba, con saña enemiga.
2468 Entonces el rey, por la pena que tuvo,
2469 partió de este gozo a la luz del Señor;
2470 como todo monarca, dejóle a su hijo 174
2471 al marchar de este mundo el palacio y el reino.

Sobre las guerras entre gautas y suecos. Beowulf se despide de sus hombres.

2472 "Hubo guerra y querella entre suecos y gautas, 175
2473 combate en las aguas, batalla terrible
2474 y con odio feroz, tras la muerte de Rédel,
2475 al hacerse atrevidos los hijos de Ongento,
2476 en la brega valientes. No quisieron la paz
2477 que reinaba en el lago: por el Alto del Resna 176
2478 a menudo atacaban matando a traición.
2479 Mis nobles parientes —es bien conocido—
2480 tomaron venganza de tales ultrajes,
2481 aunque el uno por ello pagó con su vida,
2482 costóle ese precio: en aquella refriega
2483 Hedkin cayó, el señor de los gautas.
2484 He oído que al alba el hermano al hermano 177
2485 vengó con el hierro matando al culpable
2486 cuando Ongento se puso delante de Éfor:
2487 rajósele el yelmo y el viejo skilfingo
2488 fue herido de muerte por brazo seguro
2489 que poco dudó, recordando la injuria.
2490 "Con mi espada brillante pagué en las batallas
2491 —¡lo quiso mi suerte!— los ricos tesoros
2492 que obtuve de Híglak. Tierras me dio,
2493 dominios y predios. A los gépidos nunca
2494 debió recurrir o a la gente danesa
2495 al reino de suecos tratando de hallar
2496 un guerrero peor y comprarlo con oro,
2497 pues a todo combate yo siempre corría
2498 y luchaba el primero. De este modo lo haré 178
2499 mientras goce de vida y resista mi hierro
2500 que en tantos momentos me ha dado su apoyo
2501 después que mi mano, ante todos los héroes,
2502 a Dágref mató, al intrépido huga.
2503 En modo ninguno llegó a presentarle
2504 al monarca frisón el adorno del pecho,
2505 pues antes el bravo —portaba la enseña—
2506 quedóse sin vida. No cayó por la espada:
2507 mi puño terrible paróle la sangre
2508 y quebróle su cuerpo. ¡Ahora mi mano
2509 y mi hierro potente obtendrán el tesoro!"
2510 Así dijo Beowulf atrevidas palabras
2511 por última vez: "Con frecuencia de joven
2512 me expuse en la guerra. De nuevo a mi edad,
2513 ya anciano caudillo, entraré en el combate
2514 a ganarme renombre, si el torvo enemigo
2515 del túmulo sale y conmigo se enfrenta".
2516 Ya para siempre después despidióse
2517 de todos sus hombres, de la tropa querida
2518 equipada con yelmos: "Por la sierpe no iría
2519 con hierro y con armas si sólo supiese
2520 de qué otra manera podría vencer,
2521 como hice con Gréndel, al hosco dragón;
2522 pero ahora me aguardan sus cálidas llamas
2523 y pútrido aliento y por ello me cubro
2524 con cota y escudo. No he de dar ante el monstruo
2525 ni un paso hacia atrás. Nuestra lucha decida
2526 en lo alto del risco el destino que rige
2527 y gobierna a los hombres. Me incita la furia:
2528 demorarme no quiero anunciando su fin.
2529 Mirad desde el monte, oh mis bravos guerreros
2530 con cotas de malla, cual de nosotros
2531 soporta mejor sus mortales heridas
2532 tras este combate. En él poco podríais:
2533 no hay otro varón, sino yo solamente,
2534 que pueda enfrentarse al maligno reptil,
2535 que realice la hazaña. ¡Yo con mi fuerza
2536 ese oro obtendré o en la fiera batalla
2537 que vidas destruye caerá vuestro rey!"
2538 Levantóse el valiente, el señor bajo el yelmo,
2539 tomando su escudo; con sus buenos pertrechos,
2540 fiado en su fuerza, hacia el risco avanzó.
2541 ¡De muy otra manera el cobarde se porta!

Beowulf comienza su lucha con el dragón.

2542 El hombre excelente que antaño se viera
2543 en frecuentes combates, en duros encuentros
2544 de gente de a pie, descubrís en la montaña
2545 la entrada de piedra: por allá de la gruta
2546 salía terrible un ardiente oleaje
2547 de pérfidas llamas. Nadie al tesoro
2548 ni un solo momento acercarse podía
2549 que no lo quemara en su fuego el dragón.
2550 El príncipe gauta furioso se hallaba;
2551 con fuerza arrojó su palabra del pecho,
2552 gritó, valeroso, y su voz resonó,
2553 su llamada de guerra, en la roca grisácea.
2554 Allá hubo combate. Oyó el desafío
2555 el guardián del tesoro. ¡Ya mal a un arreglo
2556 llegarse podía! De la cueva, espantoso,
2557 primero salió el aliento del monstruo,
2558 su cálido fuego: la tierra tronó.
2559 Se guardó de la sierpe el señor de los gautas,
2560 al pie de la peña, elevando su escudo.
2561 Dispuesta a la lucha se hallaba la fiera
2562 de cola enroscada. El bravo monarca
2563 su hierro empuñó, la pieza valiosa
2564 de filo potente. Miedo sintieron,
2565 el uno del otro, los dos enemigos.
2566 El rey de su pueblo detrás del escudo
2567 animoso esperó cuando el torvo reptil
2568 se dispuso al ataque: equipado aguardaba.
2569 La feroz entre llamas reptando corrió 179
2570 a encontrar su destino. Al famoso caudillo
2571 salvóle el escudo la vida y el cuerpo
2572 por tiempo más breve que él se pensaba.
2573 En su vida ésta fue la primera ocasión
2574 en que usó su valor sin que gloria en la lucha
2575 la suerte le diera. El rey de los gautas
2576 el brazo elevó: su espada excelente
2577 cayó sobre el monstruo, mas al filo brillante
2578 detúvolo el hueso; no tanto mordió
2579 como el gran soberano —en apuro se hallaba—
2580 lo hubiese querido. Fue mucha la rabia
2581 del fiero guardián tras el golpe terrible:
2582 su fuego lanzó, las llamas ardientes
2583 muy lejos llegaron. No le cupo victoria
2584 al príncipe gauta; fallóle en la brega
2585 —no así lo debía— su espada valiosa,
2586 su hierro heredado. Poco contento
2587 le daba al famoso hijo de Ekto
2588 tener que partir y dejar este mundo;
2589 aunque no lo quería, buscarse debió
2590 una otra morada. ¡Para todos termina
2591 esta vida terrena! Los dos enemigos
2592 con mucha premura otra vez se atacaron;
2593 el horrible guardián —jadeante su pecho—
2594 furioso avanzó. El rey de su gente,
2595 apresado en las llamas, agobio sufría.
2596 No corrió sin embargo en su ayuda la tropa,
2597 no hicieron con él los intrépidos héroes
2598 un corro aguerrido: huyeron al bosque
2599 en temor de sus vidas. Uno sólo en su pecho
2600 la pena sintió. ¡El que bien considera
2601 no olvida jamás lo que un vínculo exige!
Wíglaf se dispone a ayudar a Beowulf.
2602 Llamábase Wíglaf, hijo de Wistan, 180
2603 un bravo señor, un noble skilfingo
2604 pariente de Álfer. Vio que su rey
2605 bajo el yelmo de guerra el ardor padecía.
2606 Recordó los favores que de él recibiera:
2607 la rica mansión de la estirpe wegmunda,
2608 los muchos derechos que obtuvo su padre.
2609 Ya no quiso aguardar: agarróse el escudo,
2610 el tilo amarillo, y su espada sacó,
2611 la que fue en otro tiempo del hijo de Óhter,
2612 el hierro de Anmundo. A éste en la guerra 181
2613 —exiliado se hallaba— con filo temible
2614 Wistan mató y llevóle a su tío
2615 el yelmo adornado, la cota anillada
2616 y la espada potente. Él obtuvo de Onela
2617 el arnés de batalla que Anmundo vistió,
2618 su equipo de guerra. No se habló de venganza
2619 aunque habíale muerto a su propio sobrino.
2620 Tuvo él muchos años las armas guardadas,
2621 la cota y el hierro, esperando a que el hijo
2622 se hiciera capaz, como el padre, de hazañas
2623 Allá entre los gautas ricos pertrechos,
2624 muchos, le dio, cuando ya de este mundo
2625 el anciano partía. Nunca hasta entonces
2626 habíase visto aquel joven vasallo
2627 ayudando a su rey en un duro combate.
2628 Ni su mente dudó ni falló en la pelea
2629 la herencia del padre. ¡Bien la serpiente 182
2630 lo vino a saber cuando allá se encontraron!
2631 Wíglaf habló a los otros diciendo
2632 —enojado se hallaba— furiosas palabras:
2633 "Yo el día recuerdo en que estando en la sala
2634 bebiendo hidromiel juramento prestamos
2635 al gran soberano que anillos nos daba
2636 de estar a su lado si falta le hacía
2637 y pagarle en la lucha las cotas de guerra,
2638 los yelmos y espadas. Por propio deseo
2639 nos quiso elegir para esta jornada
2640 —incitó nuestro brío, estas joyas me dio—
2641 pues él nos tenía por bravos guerreros,
2642 por héroes sin tacha. Sin embargo el caudillo,
2643 el rey de su pueblo, solo y sin nadie
2644 pensaba abordar esta hazaña excelente,
2645 pues más que ninguno su fama ganó
2646 con osadas acciones. Ha llegado el momento
2647 en que mucho al monarca el apoyo le urge
2648 de buenos vasallos. ¡Acudamos al rey!
2649 ¡Prestémosle ayuda! ¡El fuego terrible
2650 y las llamas lo abrasan! Dios es testigo
2651 que yo por mi parte prefiero morir
2652 con mi buen soberano, quemado mi cuerpo.
2653 No será con honor que a la sala volvamos 183
2654 llevando el escudo, si antes no hacemos
2655 que el monstruo perezca y salvamos la vida
2656 del príncipe wedra. He aquí lo que sé:
2657 que jamás mereció el que él solamente
2658 entre todos los gautas su agobio soporte
2659 y caiga en la lucha. ¡Ya juntos estemos
2660 con yelmo y espada, con cota y arnés!"

Wíglaf lucha junto a Beowulf. Entre los dos matan al dragón.

2661 Por la horrible humareda avanzó con el yelmo
2662 a ayudar a su rey. Brevemente le habló:
2663 " ¡Oh querido Beowulf, no dejes de hacer
2664 lo que en tiempo lejano, de joven, juraste:
2665 que nunca en tu vida querrías que en nada
2666 menguase tu fama. ¡Empléate ahora
2667 con toda tu fuerza, oh valiente señor
2668 de gloriosas hazañas! ¡Yo te presto mi apoyo!"
2669 Tras estas palabras el torvo reptil,
2670 la sierpe maligna, entre llamas ardientes
2671 de nuevo atacó buscando con odio
2672 a sus dos enemigos. Destruyeron su escudo
2673 las olas de fuego; al joven vasallo
2674 defensa ninguna su cota le daba
2675 y presto se puso detrás del broquel
2676 de su noble pariente: quemaron el suyo,
2677 del todo, las llamas. Nuevamente el monarca
2678 en su fama pensó: terrible en su brío 184
2679 dio con la espada —era mucha su ira—
2680 en el cráneo del monstruo. Quebróse la Négling,
2681 su hierro a Beowulf le falló en la pelea,
2682 el antiguo y grisáceo. Estaba fijado
2683 que de hoja ninguna pudiera valerse
2684 en un duro combate; era tanta su fuerza
2685 —así se refiere— que nunca una espada
2686 su golpe aguantó cuando el arma valiosa
2687 en la lucha empuñaba: allá las rompía.
2688 Su tercera embestida inició la serpiente,
2689 el dragón fogueante enemigo del pueblo;
2690 cuando tuvo ocasión se lanzó sobre el héroe
2691 con rabia y con llamas: su cuello completo
2692 atrapó entre sus dientes. Cubrióse de sangre,
2693 con fuerza brotó el sudor de la herida. 185
2694 He oído que el noble mostró su coraje 186
2695 ayudando al monarca en el grave peligro;
2696 era un hombre capaz y de espíritu fiero.
2697 No buscó la cabeza; mas él, valeroso, 187
2698 su brazo quemó cuando, al rey asistiendo,
2699 hirió a la serpiente un poco más bajo.
2700 El armado guerrero hasta el puño su hierro,
2701 adornado, clavó y al instante las llamas
2702 allá decrecieron. Sus sentidos el rey
2703 recobró nuevamente y sacando un puñal
2704 que en la cota llevaba, afilado y temible,
2705 el príncipe en dos al reptil dividió.
2706 A la sierpe abatieron, quedóse sin vida;
2707 ambos parientes juntos lograron
2708 que el monstruo cayera. ¡Así debe un vasallo
2709 apoyar a su rey!

Beowulf, mortalmente herido, le pide a Wíglaf que le muestre el tesoro del dragón.

El noble monarca
2710 victoria ninguna después ganaría:
2711 fue su última hazaña. El mordisco fatal
2712 del dragón de la cueva al instante empezó
2713 a quemarle y dolerle: supo el valiente
2714 que horrible en su pecho el dañino veneno
2715 con fuerza corría. El sabio señor
2716 al pie de los muros buscóse un asiento;
2717 admiró la mansión que gigantes hicieran, 188
2718 cómo los arcos en firmes pilares
2719 formaban la sala allá bajo tierra.
2720 Por sus manos entonces el bravo vasallo,
2721 excelente guerrero, con agua lavó
2722 al famoso caudillo —exhaustas sus fuerzas,
2723 cubierto de sangre— y quitóle su yelmo.
2724 Hablóle Beowulf —abundante manaba
2725 su herida mortal. Estaba seguro
2726 que ya se agotaba su tiempo de vida,
2727 su gozo en la tierra; al total de sus días
2728 el fin le llegó, se acercaba su muerte—:
2729 "Ahora a mi hijo podría entregarle
2730 mi arnés de batalla, si algún heredero
2731 me hubiese nacido, algún sucesor
2732 que de mí descendiera. He regido a mi gente
2733 por años cincuenta: nunca un monarca
2734 de tierras vecinas tuvo el valor
2735 de venir a atacarme con armas de guerra,
2736 de hacerme quebranto. En mi reino me estuve
2737 guardando lo mío, apurando mi suerte;
2738 ni buscaba querella ni hacía jamás
2739 juramentos en falso. Ahora por ello
2740 me siento feliz —ya de cierto perezco—,
2741 pues no ha de acusarme de muertes ajenas
2742 el Dios Celestial cuando en mí se separen
2743 la vida y el cuerpo. ¡Oh Wíglaf amado,
2744 corre al momento a la cueva rocosa
2745 a buscar el tesoro, que el torvo enemigo,
2746 de joyas privado, ya duerme su muerte!
2747 Apresúrate mucho y haz que examine
2748 las viejas riquezas, que de cerca contemple
2749 las piedras brillantes: después que las vea
2750 podré confortado marcharme del mundo
2751 y del reino que yo tanto tiempo he tenido".

Wíglaf le lleva a Beowulf parte del tesoro. Beowulf muere.

2752 He sabido que luego, tras estas palabras,
2753 el hijo de Wistan allá obedeció
2754 al herido monarca: entró en la caverna
2755 vistiendo su cota, su arnés de combate.
2756 El bravo encontró cuando dentro se hallaba,
2757 el varón victorioso, abundantes riquezas,
2758 magníficas joyas que el suelo cubrían;
2759 a lo largo del muro, en la sala del monstruo,
2760 del fiero dragón, estaban las copas
2761 de héroes antiguos, ya faltas de adorno
2762 y sin brillo ninguno; muchos yelmos había,
2763 mohosos y viejos, y anillos también
2764 hábilmente trenzados. ¡A menudo el tesoro
2765 en la tierra escondido al varón sobrevive,
2766 quienquiera que sea, que allá lo ocultó!
2767 Después, sobre el oro, vio que pendía
2768 un dorado estandarte, excelente trabajo
2769 de ágiles manos. Era tanto su brillo
2770 que bien al valiente alumbrábale el suelo
2771 y el rico tesoro. No estaba en su cueva
2772 el furioso reptil. ¡Por el hierro murió!
2773 He oído que un hombre se pudo adueñar
2774 de las piezas que antaño gigantes hicieran.
2775 Copas y fuentes cargóse en el pecho
2776 según su criterio y también el pendón,
2777 reluciente, tomó. Cayó por la espada
2778 del viejo monarca —de acero su filo—
2779 aquel que las joyas había guardado
2780 por tiempo muy largo. Vomitando de noche
2781 su fuego terrible de llamas mortales
2782 del oro cuidó hasta el fin de sus días.
2783 El buen mensajero ansiaba volver
2784 con su rico botín; agobiaba la duda
2785 al heroico señor de si afuera en el llano
2786 hallaría con vida donde él lo dejara
2787 al muy malherido rey de los wedras.
2788 Llegó con el oro ante el noble caudillo;
2789 estaba el monarca cubierto de sangre,
2790 cercana su muerte. Lavó nuevamente
2791 con agua su rostro. Breves palabras
2792 el príncipe dijo; el anciano, apenado,
2793 entonces habló —el tesoro miraba—:
2794 "Doy gracias al Rey que las cosas gobierna,
2795 al Dios de la Gloria, al Eterno Señor,
2796 por las muchas riquezas que ahora contemplo,
2797 por dejarme vivir hasta haberlas ganado
2798 y podérselas dar en herencia a mi gente.
2799 Ahora que yo el tesoro he pagado
2800 entregando mi vida, encargaos vosotros
2801 del bien de mi pueblo. ¡Se acerca mi fin!
2802 "Haz que mis bravos, después que me quemen,
2803 alto en la costa un túmulo erijan:
2804 corone grandioso la Punta Ballenas
2805 dando a mi gente memoria de mí
2806 y por ello la llamen los hombres de mar
2807 el Peñón de Beowulf, cuando surquen sus naves,
2808 de lejos venidas, las lúgubres aguas".
2809 El fiero caudillo sacóse del cuello
2810 un dorado collar; al joven guerrero,
2811 al vasallo, lo dio con su yelmo brillante
2812 y la cota anillada: "Disfrútalos tú;
2813 el último eres de nuestro linaje,
2814 la estirpe wegmunda; ya trajo el destino
2815 a mis nobles parientes, heroicos señores,
2816 a todos, la muerte. ¡Ya parto tras ellos!"
2817 Habló de este modo el anciano monarca
2818 por última vez antes que fuese
2819 a la pira y el fuego. Entonces su alma
2820 del pecho salió a buscarse su premio.


Wíglaf acusa de cobardía a los gautas que no fueron a luchar con su señor.

2821 Fue mucha la pena del joven vasallo
2822 al ver que en el suelo agotaba su fuerza
2823 y quedaba sin vida el hombre del mundo
2824 que más estimaba. El que muerte le dio,
2825 el dragón de la cueva, también abatido
2826 en tierra yacía. Ya dejó de guardar
2827 el maligno reptil su excelente tesoro,
2828 pues recias espadas, hierros forjados
2829 con duro martillo, le hicieron caer.
2830 Tirado por tierra quedó el volador
2831 —quieto y herido— cerca del oro;
2832 ya dejó de volar y correr por el aire
2833 en las noches oscuras, de elevarse orgulloso,
2834 señor de sus joyas. ¡Muerto cayó 189
2835 por la fuerza del puño del bravo caudillo!
2836 Pocos valientes había en el reino
2837 —así lo escuché— que, por más que gustasen
2838 de fieras hazañas, hubieran querido
2839 exponerse al aliento de aquel malhechor
2840 tomar con sus manos el rico tesoro,
2841 de haber encontrado despierto al guardián
2842 que la tumba habitaba. Con su muerte pagó
2843 el heroico Beowulf las magníficas joyas.
2844 El uno y el otro llegaron al fin
2845 de sus vidas terrenas. No mucho más tarde
2846 salieron del bosque los poco animosos,
2847 los malos vasallos —diez en total—
2848 que no se atrevieron a usar de sus lanzas
2849 estando su rey en tan grave peligro.
2850 Con vergüenza acudieron llevando el escudo
2851 y las cotas vistiendo ante el príncipe muerto,
2852 A Wíglaf miraban. Estaba sentado,
2853 excelente varón, junto al hombro del rey:
2854 de animarlo trataba —cansado— con agua,
2855 mas poco podría, por más que quisiera,
2856 hacer que en el mundo con vida quedara,
2857 alterar los designios de Dios Poderoso.
2858 El Eterno Señor entonces regía,
2859 lo mismo que ahora, el destino del hombre.
2860 Duras palabras le dijo al momento
2861 el intrépido joven al grupo cobarde;
2862 Wíglaf habló, el hijo de Wistan
2863 —de mala manera a la tropa miraba—:
2864 "Bien puede afirmarse diciendo verdad
2865 del egregio caudillo que os dio en su palacio
2866 los ricos arneses que puestos tenéis,
2867 de aquel que en la sala con mucha frecuencia
2868 regalo os hacía de cotas y yelmos
2869 —de su gente pensaba el señor de vasallos
2870 que era imposible encontrarla mejor—,
2871 que en balde entregaba tan buenos pertrechos:
2872 sin apoyo ninguno se vio en el combate.
2873 Mal pudo ufanarse el magnánimo rey
2874 del valor de sus hombres. Pero Dios permitió,
2875 el Señor de Victorias, que él con la espada,
2876 apurado y con fuerza, su muerte vengara.
2877 De poco mi ayuda servirle podía
2878 en la brega feroz, mas yo desde luego,
2879 esforzándome mucho, asistí a mi pariente;
2880 herí con mi hierro al mortal enemigo
2881 y su furia perdió: cedieron las llamas
2882 que el monstruo arrojaba. ¡Pocos tenía
2883 a su lado el valiente al llegarle su fin!
2884 "Ya nunca de nuevo os serán ofrecidas
2885 espadas o joyas que luego en herencia
2886 reciban los vuestros. Privados de patria
2887 y errantes por siempre tendrán que vagar
2888 los de vuestro linaje, así que los reyes
2889 de tierras lejanas conozcan la huida,
2890 la mala traición. ¡Para un noble guerrero
2891 mejor es la muerte que vida sin gloria!"
2892 Mandó que la lucha se hiciese saber 190
2893 en el alto reducto: toda aquella mañana
2894 aguardaron allá, pesarosos, los hombres
2895 armados de escudos, esperando la nueva
2896 bien de la muerte o bien del regreso
2897 del gran soberano.

Un mensajero informa a los gautas de la muerte de Beowulf.
Sobre las guerras entre gautas y suecos.

Nada el jinete
2898 al llegar al reducto calló del mensaje;
2899 de exacta manera ante todos lo dijo:
2900 "Yace el afable señor de los wedras,
2901 el príncipe gauta, en su lecho de muerte:
2902 lo privó de su vida el horrible dragón.
2903 A su lado, por tierra, se encuentra el reptil,
2904 por la daga abatido; de ninguna manera
2905 logró con su espada causarle una herida
2906 a la torva serpiente. Wíglaf ahora,
2907 el hijo de Wistan, está con Beowulf;
2908 guarda el vasallo al monarca sin vida,
2909 con ánimo triste velando quedó
2910 al amigo y al monstruo. "Guerra terrible
2911 a los gautas aguarda, pues pronto sabrán
2912 los frisones y francos en tierras lejanas
2913 la muerte del rey. De los hugas el odio, 191
2914 feroz, comenzó cuando Híglak les vino
2915 mandando su flota a la costa frisona.
2916 Allá los chatuarios le hicieron morir:
2917 le atacaron con brío y con fuerzas mayores
2918 y el bravo en su cota sin vida quedó,
2919 cayó entre su gente. ¡No pudo premiar
2920 el valor de sus hombres! Ninguna amistad
2921 desde entonces nos tiene el señor merovingio.
2922 "Tampoco confío en la paz y la fe
2923 que nos guarden los suecos. Es bien conocido 192
2924 que Ongento mató por el Bosque del Cuervo
2925 al intrépido Hedkin, al hijo de Rédel,
2926 así castigando el ataque atrevido
2927 que hicieron los gautas al pueblo skilfingo;
2928 pronto el monarca, el padre de Óhter, 193
2929 viejo y terrible, arrancóle su vida
2930 al caudillo del mar. A la anciana señora,
2931 a su esposa, libró —despojada de adornos—:
2932 ella era de Onela y de Óhter la madre.
2933 A la gente enemiga después persiguió
2934 y éstos huyeron con grandes apuros,
2935 privados de príncipe, al Bosque del Cuervo.
2936 Sitió con su tropa a los hombres heridos
2937 que al hierro escaparon; por toda la noche
2938 a la hueste vencida le hizo amenaza,
2939 diciendo que al alba daríales muerte
2940 a unos el filo y a otros la horca
2941 que al pájaro alegra. "A los tristes guerreros
2942 ayuda les vino al llegar la mañana:
2943 de la gente de Híglak oyeron los sones
2944 de trompas y cuernos; acudía el valiente,
2945 las huellas siguió de los nobles varones.
2946 Bien se veían por todo aquel campo
2947 las manchas de sangre de suecos y gautas.
2948 ¡Terrible batalla entre sí mantuvieron!
2949 "Entonces el bravo marchó con su tropa,
2950 el viejo, apenado, a su firme reducto:
2951 debió retirarse el intrépido Ongento.
2952 Él ya conocía la fuerza de Híglak,
2953 su brío en la guerra, y poco creyó
2954 que pudiera oponerse a su gente de mar,
2955 proteger de los gautas su rico tesoro,
2956 la esposa y los hijos: el anciano buscó
2957 tras el muro defensa. Atacados entonces
2958 se vieron los suecos. Los pendones de Híglak
2959 abriéronse paso hasta dentro del fuerte,
2960 la tropa de wedras entró en el reducto.
2961 Allá las espadas hicieron que Ongento,
2962 el canoso caudillo, la vida perdiera:
2963 al rey de su pueblo le cupo la suerte
2964 que Éfor dictó. "Herida espantosa
2965 hízole Wulf, el hijo de Wónred,
2966 al príncipe sueco: brotó bajo el pelo
2967 el sudor de las venas. No quedó acobardado 194
2968 el viejo skilfingo: devolvióle al momento
2969 y con fuerza mayor aquel golpe fatal,
2970 tan pronto lo pudo al volverse de nuevo.
2971 No logró el valeroso, el hijo de Wónred,
2972 herir otra vez al anciano monarca,
2973 pues éste su yelmo le hendió en la cabeza
2974 y, cubierto de sangre, abatido quedó,
2975 arrojado por tierra. No era aquélla su hora:
2976 salvóse después a pesar de la herida.
2977 Entonces el fiero vasallo de Híglak 195
2978 —su hermano yacía—, sorteando el escudo,
2979 rajó con su espada, ancha y potente,
2980 el yelmo del rey. El caudillo cayó,
2981 el señor de su pueblo, le vino la muerte.
2982 Entre muchos allá al pariente vendaron; 196
2983 fue recogido tan pronto el destino
2984 les dio, victoriosos, el campo de guerra.
2985 Éfor tomó los despojos del otro
2986 quitándole a Ongento la cota de hierro,
2987 la espada adornada y el yelmo también.
2988 El equipo del viejo ofrecióselo a Híglak,
2989 que quiso aceptarlo y le dijo que premio
2990 entre todos tendría. Así lo cumplió:
2991 al volver a su reino, el príncipe gauta,
2992 el hijo de Rédel, a Éfor y a Wulf
2993 les pagó generoso su hazaña en la guerra.
2994 Le dio a cada uno cien mil de terreno
2995 y trenzados collares —¡nadie el regalo
2996 lo tuvo por malo!— pues fueron valientes.
2997 Su única hija en señal de amistad
2998 a Éfor la dio, que su casa alegrara.
2999 "Tal fue la batalla, la dura querella
3000 y el odio mortal, y ahora me temo
3001 que venga a atacarnos el pueblo de suecos,
3002 pues pronto sabrán que sin vida quedó
3003 nuestro gran soberano, el que a salvo ponía
3004 de gente enemiga el tesoro y el reino
3005 (tras mucha matanza, bravos skildingos), 197
3006 y siempre a sus hombres el bien procuraba,
3007 proezas hacía. "Presto corramos
3008 a ver al monarca por última vez.
3009 A la pira llevemos al rey generoso
3010 que anillos nos daba. No sólo una parte
3011 consuma su hoguera: hay oro abundante,
3012 riquezas sin fin fieramente ganadas,
3013 y ahora, además, las joyas que obtuvo
3014 entregando su vida. ¡Que el fuego las tome!
3015 ¡Las tengan las llamas! No serán de los hombres,
3016 tras él, los adornos ni hermosa doncella
3017 a su cuello pondrá el collar excelente:
3018 con ánimo triste, de oro privados,
3019 errantes irán para siempre en exilio
3020 ahora que el héroe sin risa quedó,
3021 sin gozo y contento. Pronto las lanzas
3022 habrán de tomarse —frías al alba— 198
3023 y blandirse en la mano. ¡No será el despertar
3024 entre sones del arpa! Mas el cuervo negruzco,
3025 el que vuela al acecho, de mucho hablará
3026 cuando al águila cuente que tuvo su fiesta
3027 y al lado del lobo se hartó con los muertos".
3028 Así les expuso las malas noticias
3029 el fiero guerrero. En nada mintió 199
3030 al decir sus palabras.
Los gautas se apoderan del tesoro del dragón.
Levantóse la tropa;
3031 marcharon los hombres con mucho pesar
3032 a la Punta del Águila a ver el portento.
3033 Allá contemplaron, tendido en la tierra,
3034 en su lecho de muerte, al bravo que anillos
3035 antaño les daba. Ya su último día
3036 el valiente vivió; el intrépido rey,
3037 el señor de los wedras, yacía abatido.
3038 Vieron también una extraña criatura,
3039 un maligno reptil, arrojado por tierra,
3040 muerto a su lado: el dragón fogueante,
3041 el feroz enemigo abrasado en sus llamas. 200
3042 No menos medía de veces cincuenta
3043 el tamaño de un pie aquel que a menudo
3044 volaba en la noche y luego a su cueva
3045 volvía de nuevo; mas ya pereció,
3046 ya dejó de habitar en su oculta caverna.
3047 Rodeado se estuvo de fuentes y copas,
3048 de muchos jarrones, valiosas espadas
3049 comidas de orín: mil años la tierra
3050 mantuvo el tesoro en su seno abrazado.
3051 Mas a aquellas riquezas de tiempos antiguos
3052 fuerza terrible les daba un hechizo
3053 y nadie por ello adentrarse podía
3054 en la sala del oro, sino aquel solamente
3055 al que Dios Verdadero, el Señor de Victorias
3056 —Él rige a los hombres—, quisiera otorgarlo,
3057 el varón que el Eterno por digno tuviese.
3058 Allá fue manifiesto que mal acabó 201
3059 quien se hizo en la cueva, con poco derecho,
3060 guardián del tesoro. A uno primero
3061 mató la serpiente, mas luego con furia
3062 vengóse la hazaña. El modo se ignora
3063 en que el tiempo de vida de un bravo guerrero
3064 a su fin llegará y ya en adelante
3065 no pueda en la sala gozar con su gente.
3066 Así con Beowulf, que a la sierpe le vino
3067 buscando combate: el modo ignoraba
3068 en que iría a acabarse su vida en la tierra.
3069 Los nobles señores que el oro ocultaron 202
3070 pusiéronle hechizo hasta el Último Día:
3071 que fuera aquel hombre que hollara el lugar
3072 de pecado culpable, en el templo metido, 203
3073 amarrado al infierno y allá atormentado,
3074 si antes no tuvo —afanoso del oro—
3075 el favor y la gracia del Rey de la Gloria.
3076 Wíglaf habló, el hijo de Wistan:
3077 "A muchos a veces aflige el pesar
3078 que uno solo causó, como aquí nos sucede.
3079 No pudimos llevarle al amado caudillo,
3080 al señor de su pueblo, el debido consejo:
3081 que no se enfrentase al horrible guardián,
3082 sino en paz lo dejara tendido en su cueva,
3083 en ella habitando hasta el fin de los días.
3084 ¡Su destino cumplió! ¡El tesoro tenemos,
3085 con pena ganado! ¡Espantosa la suerte
3086 que al gran soberano, viniendo, le cupo!
3087 "En el túmulo entré para ver lo que había,
3088 el tesoro en la tumba, tan pronto lo pude;
3089 paso me abrí, aunque no sin trabajo,
3090 a la oculta caverna. Luego al instante
3091 tomé con mis manos magnífica carga
3092 de piezas valiosas: aquí se las traje
3093 a mi afable señor, que aún se encontraba
3094 con vida y consciente. Mucho el anciano
3095 a su muerte me dijo: para honrar su recuerdo
3096 mandó que se alzara en el mismo lugar
3097 en que ardiese la pira un túmulo alto,
3098 grande y glorioso, digno del hombre
3099 que tuvo en la tierra la fama mayor
3100 mientras pudo gozar de su reino y reducto.
3101 "Presto vayamos ahora de nuevo
3102 a mirar el tesoro, la gran maravilla
3103 que está en la caverna: yo he de guiaros
3104 de modo que bien y de cerca veáis
3105 los anillos y el oro. Con mucha premura
3106 las andas se hagan: llevaremos en ellas
3107 tan pronto volvamos al noble caudillo,
3108 al amado monarca, allá donde luego
3109 por siempre disfrute de Dios Poderoso".
3110 El hijo de Wistan, fiero en la guerra,
3111 quiso que a muchos su orden llegase,
3112 que los dueños de salas, señores del pueblo,
3113 trajesen la leña a la pira del rey
3114 desde tierras remotas: "Ahora en el fuego
3115 será consumido el egregio varón
3116 que se vio con frecuencia en llovizna de hierros,
3117 cuando nubes de flechas que cuerdas urgían
3118 pasaban por alto del muro de escudos,
3119 el cabo emplumado encauzando a la punta".
3120 Luego el intrépido hijo de Wistan
3121 gente eligió de la tropa del rey,
3122 los siete mejores, y entró con los hombres
3123 —él era el octavo— en la torva guarida;
3124 el que iba delante, guerrero animoso,
3125 llevaba en la mano una antorcha de fuego.
3126 Cuando vieron entonces el rico tesoro
3127 que nadie guardaba y que brillo perdía
3128 escondido en la cueva, no echaron a suertes 204
3129 quién fuera a tomarlo, que todos corrieron
3130 —ninguno dudó— y sacaron afuera
3131 las piezas valiosas. Desde el alto peñasco
3132 arrojaron al mar a la horrible serpiente,
3133 recibieron las aguas al hosco dragón.
3134 Oro trenzado en enorme abundancia
3135 en el carro se puso y llevaron al rey,
3136 al de blanco cabello, a la Punta Ballenas.
Los funerales de Beowulf.
3137 Los gautas entonces allá le erigieron
3138 magnífica pira, como él ordenó,
3139 y de hermosa apariencia: la adornaron con yelmos,
3140 escudos de guerra y brillantes arneses.
3141 En el centro los bravos pusieron con pena
3142 al famoso señor, al amado caudillo.
3143 Altísimas llamas se alzaron después
3144 al prenderse la pira; elevóse del fuego
3145 la negra humareda y se oyó el crepitar
3146 con el llanto mezclado. Cuando el viento cesó
3147 consumido se hallaba, abrasado del todo,
3148 el cadáver del rey. Con ánimo triste
3149 lloraban los hombres al príncipe muerto.
3150 La anciana señora —trenzado el cabello— 205
3151 también entonaba en honor de Beowulf
3152 su doliente lamento; sin cesar repetía
3153 que tiempos terribles al reino aguardaban,
3154 crueles matanzas, pavor de enemigos
3155 y vil cautiverio. La humareda acabó.
3156 Luego los wedras un túmulo alto
3157 erigieron arriba, en el gran promontorio,
3158 de lejos visible a la gente de mar:
3159 diez días tomó construirle su tumba
3160 al osado en la guerra. En torno a sus restos 206
3161 alzaron un muro: el trabajo mejor
3162 que supieron hacer muy expertos varones.
3163 Allá colocaron anillos y joyas, 207
3164 las grandes riquezas que habían tomado
3165 los fieros guerreros del rico tesoro;
3166 la antigua heredad a la tierra la dieron
3167 —oro en lo hondo—, que guárdala aún
3168 sin que traiga provecho, ni entonces ni ahora.
3169 Excelentes señores —doce en total— 208
3170 cabalgaron entonces en torno a la tumba
3171 llorando al monarca con triste lamento:
3172 entonaron su canto y hablaron del rey
3173 elogiando su vida, las nobles hazañas
3174 del bravo diciendo. Es justo que el hombre
3175 dedique alabanza a su amigo y señor
3176 y en su pecho lo llore, cuando llega el momento
3177 en que debe alejarse y partir de su cuerpo.
3178 La muerte del príncipe mucho apenó
3179 a los gautas que un día en su sala moraron;
3180 afirmaban que fue de entre todos los reyes
3181 el más apacible y amante del pueblo,
3182 el más amigable y ansioso de gloria.


161 V. 2303 Sólo de noche se aventuraban los dragones a salir de sus guaridas (cf. vv. 2273 y 2319-20).
162 V. 2341 Los escudos germánicos, redondos, eran de madera, a veces forrada de piel.
163 Vv. 2354-5 Cf. 1202-14 n.
164 Vv. 2359-66 Sobre la participación de Beowulf en la expedición de Híglak se habla también en vv. 2498 ss. La hacen sin embargo poco probable desde el punto de vista histórico por una parte el que no se haya aludido a ella antes y por otra el carácter fabuloso de las circunstancias de su regreso como único superviviente.
165 Vv. 2377-9 Beowulf actuó, pues, como regente hasta la mayoría de edad de Hárdred.
166 Vv. 2379-90 (Segunda guerra entre gautas y suecos.) Los dos exiliados (suecos) son Anmundo y Ádgils, que le llegan a Hárdred buscando su protección tras haber fracasado en un intento de destronar a su tío Onela. Éste, el hijo de Ongento, atacó y mató a Hárdred por haber dado hospitalidad a sus sobrinos.
167 Vv. 2391-96 (Tercera guerra entre gautas y suecos.) Años más tarde Beowulf vengó, indirectamente, a Hárdred al apoyar a Ádgils contra Onela, pues aquél mató a éste en un combate que tuvo lugar, según confirma la Edda de Snorri, sobre las aguas heladas del lago Vener.
168 Vv. 2404-5 O bien el siervo autor del robo era esclavo suyo o bien el señor que recibió la copa (cf. vv. 2281 ss.) se la entregó después a él.
169 Vv. 2419-20 Contradicción con vv. 2345 ss.
170 Vv. 2435-40 Hedkin mató involuntariamente a Hérbald.
171 Vv. 2441-3 Rédel se ve imposibilitado para vengar a su hijo, pues para ello tendría que matar a uno de su propio clan familiar.
172 V. 2444 Se presenta a continuación un caso imaginario, arquetípico. La similitud estriba en que tampoco era posible la venganza por aquellos que morían ahorcados, fuera como víctimas de sacrificios religiosos o por haber cometido ciertos delitos.
173 Vv. 2455-8 El hijo aparece ahora como un señor importante que tenía una sala propia (cf. v. 3112); sus hombres han muerto también, aunque no se dice cómo.
174 V. 2470 Su hijo: Hedkin.
175 Vv. 2472-89 (Primera guerra entre gautas y suecos). Se dan más detalles sobre esta campaña
en vv. 2923-98.
176 V. 2477 El lago Vetter, que separaba a ambos pueblos.
177 Vv. 2484-5 Híglak vengó a Hedkin, aunque no personalmente, cuando su vasallo Éfor mató a Ongento.
178 V. 2498-502 Cf. 1202-14 n. Entre los treinta que mató Beowulf en la batalla en que murió Híglak (cf. vv. 2361 ss.) se encontraba este Dágref, de quien el héroe tomó su espada (la Négling, cf. v. 2680). Huga es un nombre poético para los francos.
179 V. 2569-70 Tres asaltos hace el dragón. El segundo comienza en v. 2591 o 2669, el tercero en v. 2688.
180 V. 2602-8 Wíglaf es de la familia wegmunda, un linaje sueco al que también pertenece (por línea paterna) Beowulf (cf. vv. 2813-14). Nada sabemos sobre Álfer.
181 V. 2612-19 (Episodio de la segunda guerra entre gautas y suecos, cf. vv. 2379-90.) Wistan, que luchaba en el bando sueco, le presentó los despojos de Anmundo al tío de éste Onela, pero el rey prefirió dejárselos a él. Para Onela debía ser poco
cómodo aceptar estas armas de un pariente suyo cuya muerte él había causado.
182 V. 2629 La herencia del padre: la espada que había sido de Anmundo.
183 Vv. 2653-6 Cf. Tácito, Germanía, xiv.
184 Vv. 2678-80 Es la segunda vez que Beowulf trata de herir, en vano, al dragón (cf. vv. 2575 ss.).
185 V. 2693 El sudor de la herida: la sangre.
186 V. 2694 El noble: Wíglaf.
187 Vv. 2697-9 Los dragones sólo eran vulnerables por la parte inferior de su cuerpo. Wíglaf consiguió herirlo, pues, más abajo de la cabeza y al hacerlo expuso su brazo a las llamas que vomitaba el monstruo.
188 Vv. 2717-9 De la guarida del dragón se ha dicho ya que era un túmulo funerario y en éstos no había en realidad tales arcos ni pilares (cf. 3160-1 n.).
189 Vv. 2834-5 A juzgar por vv. 2700 ss. fue Wíglaf quien lo abatió; Beowulf sólo le dio, diríamos, el golpe de gracia y fue con su puñal.
190 V. 2892 Tras la muerte de Beowulf, Wíglaf parece asumir la jefatura de los gautas.
191 V. 2913 Cf. 1202-14 n. Los hugas: los francos.
192 Vv. 2923-98 (Primera guerra entre gautas y suecos.) Las hostilidades las inician los suecos (cf. vv. 2476 ss.). Hedkin, el rey gauta, hace una expedición de represalia en la que consigue apoderarse de la esposa de Ongento, pero luego es muerto por éste y la reina sueca es liberada. Los gautas, vencidos, se refugian en el Bosque del Cuervo, donde Ongento los tiene sitiados toda una noche. Al alba, sin embargo, les llegan refuerzos al mando de Híglak (rey ahora, tras la muerte de su hermano Hedkin) y Ongento se ve obligado a retirarse a su reducto. Los gautas lo invaden; Ongento es herido por Wulf y muerto por el hermano de éste, Éfor.
193 Vv. 2928-30 El padre de Óhter: Ongento; el caudillo del mar: Hedkin.
194 V. 2967 El sudor de las venas: la sangre.
195 V. 2977 El vasallo de Híglak: Éfor, hermano de Wulf.
196 V. 2982 El pariente (de Éfor): Wulf.
197 V. 3005 Este verso parece fuera de lugar y resulta incomprensible.
198 V. 3022 Los combates solían iniciarse al amanecer.
199 Vv. 3029-30 Este comentario del poeta puede tener un mero valor de fórmula, pero también es posible que con él quiera señalar lo justificado de los temores del mensajero (cf. vv. 2922-3, 3000 ss., 3018 ss. y también 3152 ss.). Se ha supuesto que la incorporación de los gautas al reino sueco tuvo lugar precisamente tras la muerte de Beowulf, es decir, del rey histórico cuyo lugar él ocupa. 
200 V. 3041 Recuérdese que el dragón muerto por Sigmundo se consumió en su propio fuego (cf. v. 897).
201 Vv. 3058-60 La muerte del dragón se considera ahora como consecuencia de este hechizo. No queda claro si también la de Beowulf.
202 V. 3069 Sólo de un guerrero se habló en vv. 2233 ss.
203 V. 3072 El templo (pagano) fue tenido por los cristianos como lugar de demonios y la palabra pasó a significar infierno.
204 Vv. 3128-9 Esto es, no fue necesario recurrir a un sorteo por falta de voluntarios 205 V. 3150 Al parecer se trata de la esposa de Beowulf, la reina gauta. Nada se ha dicho de ella antes. Su cabello trenzado la caracteriza como de edad avanzada; las jóvenes solían llevarlo suelto.
206 Vv. 3160-1 En el interior de los túmulos funerarios escandinavos se halla a veces una cámara construida con troncos que alberga las cenizas del difunto y su ajuar.
207 Vv. 3163-5 El tesoro del dragón es colocado en la tumba de Beowulf, aunque él quiso ganarlo para su pueblo (cf. vv. 2794 ss.).
208 Vv. 3169-74 Suele señalarse a propósito de este pasaje su similitud con la descripción que hace Jordanes en su Historia de los Godos, xlix, de los funerales de Atila (en 453).

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