El fondo de la poesía lírica se mantiene y perpetúa por la vía folklórica. Comenzaron a aparecer diferentes especies de obras en lengua vernácula; son piezas más extensas que la breve canción popular y desarrollan un argumento de diverso contenido y como característica básica común, la lengua vernácula. Las obras se relacionan con diferentes clases de la sociedad medieval.
Esta literatura estaba estructurada para que el receptor la percibiese a través de la voz de un intérprete, y su escritura era un recurso accesorio. Con el uso cada vez más extendido de la redacción en lengua vernácula, la escritura de la obra literaria fue haciéndose cada vez más frecuente. La escasez de textos de poemas épicos medievales puede atribuirse al carácter oral de la difusión.
Las obras presentan el verso (en poemas épico-históricos, piezas líricas, etc.) y la prosa (crónicas, libro, tratado, etc.); también el uso de ambas (Conde Lucanor). Para ello, hay intérpretes literarios de diferente especie. El juglar entretiene con sus habilidades, juegos de circo, música, cantos con instrumentos, pantomimas, y según fuese su público condicionante. Hubo juglares y juglaresas, cristianos y moros, con el único límite de complacer al público. Interpretaban obras poéticas en lengua vernácula, en verso y rimadas. De ellas sólo queda el texto manuscrito que en alguna ocasión llegó a escribirse. Lo que sabemos pertenece ya a una época avanzada, con asuntos de los diferentes reinos hispánicos. Los juglares recogen también el caudal de poemas que procede de Europa, especialmente los reinos franceses por ser los más accesibles por la frontera del Norte.
Como asuntos de interés general, se destacan le memoria de héroes pasados y presentes, hechos ficticios con fondo legendario común, vidas de santos, milagros, etc. Fueron viajeros, con públicos muy diferentes; su arte es "popular", pues el pueblo se forma con distintas clases sociales, cortes, palacios episcopales, concejos y agentes de ciudades, villas, aldeas, romerías, peregrinaciones, ferias, etc. Tenían un repertorio muy amplio y aparecen considerados con prevención. Sin embargo, Alfonso X en las
Siete Partidas los menciona favorablemente para entusiasmar a los caballeros. Además, el público gustaba de la reiteración de los asuntos (o bien la renovación). Había juglares de muy distinta condición, aun letrados.
La función del juglar como intérprete se encuentra en la línea de la obra dramática, por la relación entre el público y el actor a través del texto.
Por otra parte, el clérigo es un hombre de Iglesia, a la que debe su formación cultural, y también se valió de las lenguas vernáculas. Conservador de un patrimonio por medio del latín y creador en esta lengua, acabó por convertirse en un autor que se vale de dicha lengua. La significación de la palabra "clérigo" ("miembro del clero") es de uso literario, designa al hombre, educado en la sabiduría, que se ocupa de aconsejar y enseñar a los demás. Se polariza frente a "caballero" y se caracteriza por su saber intelectual frente a la destreza en las armas. El caballero podía mejorar si se educaba en el saber del clérigo, pues la cortesía requería de la ciencia, y este podía intervenir en la vida profana y aun en las armas.
La primera declaración en una lengua vernácula realizado por un autor sobre su obra se encuentra en el comienzo del
Libro de Alexandre. Ni toda la juglaría es épica ni la clerecía es eclesiástica en un sentido estricto. Las diferencias están en la métrica de los versos y en las estrofas: la juglaría tiene el
verso épico y la clerecía, la
cuaderna vía. El enfrentamiento conlleva una cuestión de prestigio, dado por la fijación del número de sílabas y en la elección de la estrofa. Ambos tienen versos largos compuestos de 2 hemistiquios de extensión media de 7-8 sílabas, con rima de distinta especie, con estrofas regulares uno y libres otro.
El verso que corresponde a la épica primitiva se estudió tomando como base el Poema de Mio Çid. Los versos oscilan entre las 10-20 sílabas, cada uno partido en hemistiquios de 6, 7 y 8 sílabas, sin estrofas fijas. Menéndez Pidal enunció como teoría que este verso fluctuante representaba la modalidad métrica común en la épica primitiva.
Frente a la modalidad abierta de la juglaría, se encuentra la estrofa cerrada de rima completa o consonante, que el clérigo juzgaba como superior.
La cuaderna vía
- también llamada tetrástrofo monorrimo alejandrino
- tiene versos con 2 hemistiquios de 7 sílabas cada uno, con cesura intensa después del 1°
- el verso entero tiene 14 sílabas
- cada 4 versos, se agrupan en una estrofa cerrada, con rima consonante, que cambia en cada estrofa
- surge por influjo francés; más importante en España que en la litertura francesa;
- tiene influjo del tetrástrofo latino y de la redondilla octosilábica
Las actividades de ambos autores- de juglaría y clerecía- no son estancas e incomunicables. El clérigo se apoyaba en el ejemplo de la tradición culta de la literatura latina. En los orígenes de la literatura vernácula no pueden separarse las asociaciones juglar-texto oral y clérigo-texto escrito. El primero pudo conocer obra y técnica, y el segundo lo mismo con la oral. El acercamiento y cruce de ambos procedimientos permitió al clérigo llegar a los iletrados, y a los juglares, acercarse a textos de origen culto fijados en los códices. Un ejemplo de ello es Gonzalo de Berceo, que se llama a sí mismo juglar de Santo Domingo y trovador de la Virgen.
Hay diversas clases de intérpretes:
- juglares, para la épica
juglar de gesta, de péñola, de boca, de voz, según el instrumento que empleaban
ministril, para la lírica
segrer, segrel o segrier, para la lírica, clase intermedia entre trovador y juglar, exclusivo de la escuela galaicoportuguesa; solía ser un escudero que no podía aspirar a caballero y necesitaba medios para vivir; como ejemplo, las figuras de Pero Da Ponte, Pedro Amigo.
En la clerecía, el nombre de autor figura manifiesto. Pero no ocurre así cuando se trata de la elaboración de un fondo antiguo o épico (como
Libro de Apolonio y
Libro de Fernán González), en el que predomina la narración de hechos lejanos, que no pertenecen al entorno del autor ni tienen un público local determinado. El proceso de la literatura afirmará el nombre del autor a medida que aumente el número de obras en lengua vernácula; así se constituye un elemento identificador. Aumenta la conciencia de la función del autor y su difusión.
El saber se refugia en los monasterios y por siglos pertenece a los clérigos, de donde nace la atribución de ese carácter a los que se dedican al estudio. Por otra parte, hay un uso creciente de la lengua romance y son menos los que entienden el idioma clásico. Por ello descienden al cultivo de la lengua popular para difundir entre la gente el saber atesorado en bibliotecas. Con excepción de Berceo, ninguna obra de clerecía es religiosa.
|
CLERECÍA
|
JUGLARÍA
|
Métrica
|
Estrofas
de 4 versos alejandrinos; 1 sola rima consonante: tetrástrofo monorrimo alejandrino o cuaderna vía
|
Métrica
irregular, rima asonante
|
Lenguaje
|
Más
cuidado y selecto; con frecuencia, familiar, llano y sencillo; empleo de
romance para que el pueblo comprenda; tono menos elevado que el de la épica,
ya que esta lo hace por el carácter heroico
|
Expresiones
pintorescas, comparaciones vulgares; familiar, llano, sencillo; se eleva en
la épica por el carácter heroico
|
Temática
|
Temas
eruditos, del saber escrito al que no tiene acceso sin estudio, como la vida
de Alejandro
|
De
directa observación de la vida ordinaria, de la experiencia, acontecimientos
del país, accesibles a todos; temas contemporáneos
|
Cabe destacar que "mester" deriva filológicamente de la palabra latina "magister, magistri", "maestro, tutor". Semánticamente hubo un desplazamiento, por lo que en la época medieval significa "oficio, escuela". El mester de clerecía se prolongó desde mediados del Siglo XIII hasta finales del Siglo XIV. En el primer caso, se mantiene o se atiene con rigor a la métrica; las obras son anónimas- con excepción de Berceo- y de carácter impersonal. En el segundo, las formas poéticas son distintas, de carácter lírico y metro más breve o versos de 10 y 6 sílabas; aparecen las grandes obras literarias, como las del Canciller de Ayala y el Arcipreste de Hita.